Memoria

Querido diario,
He decidido que va a ser el último día que escriba en ti. Hoy cumplo 15 años. Soy demasiado mayor como para seguir escribiendo en esta, ya, roída libreta. Siento que hoy va a cambiar todo. Mis temores, mis penas y mi miseria quedarán borradas bajo un manto de violencia sangrienta. Todas aquellas que se han reído de mí van a probar el sabor de mi catana. Voy a rajarle la garganta a mi padre, para que se tragué, de una vez por todas, esas palabras ponzoñosas que escupe cada día contra mí. A mí madre pienso cortarle la lengua. Estoy harto de verla con ese cretino dándose el lote cada noche, como una adolescente en celo. Mi tío… le corto esas piernas con las que me patea en los partidos. Ahora, ¿quién va a jugar al fútbol? Mmm… y para mi hermanita, la última en mi venganza, le cortaré esas manos de ladrona que tiene. Siempre leyendo lo que no debe.

-          - ¿Susan?, ¿Susan?, ¿dónde estás? – dice mientras desliza la catana por la pared del comedor. El papel queda rajado, y cae, como una manta fina sobre el suelo.

Susan tiembla, escondida en el fondo de un armario. Llora en silencio y reza para que David no le encuentre. Escucha de cerca la catana, a veces acallada por los gritos de su tío John. Este se encuentra en el patio, y va arrastrándose por el suelo, dejando un reguero de sangre en el pavimento. De golpe, una luz azota la cara de Susan y siente el frío acero cortando sus muñecas. El diario queda en el suelo, sujeto por unas manos sin vida. David se siente pleno, victorioso. Su sonrisa brilla más que su manchada catana. Se acerca a la mesa, dónde está su tarta de cumpleaños. Enciende de nuevo las velas y pide un deseo. Hoy se siente tremendamente feliz.

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