La despedida

-       ¿Por qué lanzamos sus cenizas en el mar? Siempre odió la playa – dice con agonía.

-       Por qué tus hermanos querían venir a bañarse y tu padre quiere buscar mierdas con el detector ese de metales – contesta desganada mientras le caen un par de lágrimas por la mejilla.

-       No lo entiendo. Tendríamos que haber hecho un esfuerzo y esparcir sus cenizas donde la encontramos. En medio del bosque.

-       Eso hubiera sido bonito.

-       Es lo que tendríamos que haber hecho – responde soberbia mientras frunce el ceño.

-       ¿Quieres decir unas palabras cariño? – pregunta esperanzada.

-       Claro. He escrito algo – carraspea y se saca del bolsillo un papel arrugado con un par de líneas. Empieza a leer – Lara, fuiste la luz de mi vida y te fuiste demasiado pronto. Has sido mi primera amiga. Mi hermana. Te voy a echar tanto de menos. Voy a echar de menos nuestras tardes de té con míster Oso y las maratones de películas los domingos. Las fiestas de pijama entre semana y comer palomitas contigo. Siento que tu entierro sea tan feo – sentencia airada mientras tira al papel al suelo y sale corriendo.

-       ¡Espera Marisa! ¿Dónde vas? – grita el padre que justo se acababa de acercar donde estaban ellas. Su madre lo frena y le mira tajante para que deje a su hija tranquila. El padre la mira con desaprobación y se va dónde están sus otros dos hijos jugando a hacer castillos de arena.

Marisa corre por la playa mientras sus lágrimas la envuelven de tal manera que siente que se ahoga. No puede creer que Lara haya muerto. No puede creer como esa terapeuta acabó con la única amiga que había tenido.

Cansada de correr se sienta mirando al mar y un perrito se le acerca. El perro lleva una pequeña barra de cobre en la boca y se la deja en el suelo animoso de que ella juegue con él. Marisa se encoge de hombros y lanza la barra sin ganas. El perro, feliz, corre tras el objeto y lo trae de vuelta contento. Pasan una hora jugando y ese perro zarrapastroso consigue arrancarle la primera sonrisa del día. Se acaba tumbando a su lado, quedándose panza arriba con la lengua a un lado, mientras jadea relajado. Marisa acaricia su pancha y de repente, nota el abrazo de su madre por detrás.

-       ¿Quién es este? – pregunta señalando al perro.

-       Un chucho majo. He estado jugando con él un buen rato. Se llama Tobías – dice señalando su collarín de cuero rojo. El perro levanta las orejas reconociendo su nombre animado.

-       ¿Cómo estás cielo? ¿Quieres que hablemos?

-       Solo quiero preguntarte algo mamá. ¿Por qué Teresa ha matado a Lara? ¿Por qué no me dejáis verla más?

-       Teresa no ha matado a Lara amor – dice mientras le toca la cabeza - Solo quiere que tengas amigos de verdad. De carne y hueso. Ya tienes diez años…

-       Y soy demasiado mayor para jugar con amigas invisibles, ¿eso es lo que quieres decirme? – pregunta mientras intenta deshacerse del abrazo de su madre.

-       No Marisa. Solo queremos que socialices con tus compañeras de clase, que juegues con los demás niños del vecindario. Lara simplemente tenía que irse. Teresa dijo que sería lo mejor para ti amor.

-       No es justo mamá. Lara era la única que no se burlaba de mí por mi aparato de dientes o por mi forma de bailar. Siempre estaba a mi lado, apoyándome y ahora no está.

-       Lara estará siempre en tus recuerdos. Solo que ya era momento de que se alejará de tu camino. Tú tienes que seguir creciendo sin ella – dice acariciando su pelo. Se quedan abrazadas las dos en silencio.

El día pasa, el día duele. Lanzan las cenizas de Lara al mar, compuestas de purpurina y harina. El padre sigue con el detector de metales por qué no entiende la celebración que la terapeuta les había obligado a hacer. Le parece que es darle demasiada importancia y que aún hace más rara a su hija. Los hermanos se bañan y disfrutan de la playa. De vez en cuando se burlan de su hermana menor. Marisa llora y a su madre se le rompe el corazón, sabe que han forzado a su hija a no creer en la magia y a crecer según lo que la norma establece. El tiempo pasa y Marisa crece, pero nunca llega a olvidarse de su primera mejor amiga.

Comentarios

  1. Muy bonito! Un poco triste, pero bonito. Me ha gustado mucho. No me esperaba que fuese el entierro de su amiga invisible. Al principio cuando he empezado a leer la escena he creído que era un familiar, y me ha parecido una escena muy bestia pero muy interesante tipo los relatos de Chuck Palanhuik xD luego he pensado que era una perrita y que con terapeuta te referías a veterinaria, hasta que lo has desvelado.
    Muy chulo! La espera ha merecido la pena :)

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