El amante discreto

Cuando entró a trabajar en el almacén se sintió como un niño en la mañana de navidad. Un frío intenso le recorrió la espalda al ver todos esos maniquís tirados en el suelo, desmembrados como si no tuvieran ningún valor. El capataz le ordenó arreglar ese desastre. Stanley era un artista y no podía aceptar ver a esos seres desplazados a una sala polvorienta y olvidada. Estaba totalmente en desacuerdo con la opinión general, el público observaba a esos hermosos armazones como si fueran perchas con cuerpo humano. Con sumo cuidado limpió cada parte que conformaban esas figuras jóvenes y bellas. Los cubrió con ropas elegantes, creando vestidos de encaje, abrigos de piel y guantes de seda. Santley se llevó a los labios cada miembro al que dio vida. Besó cada cuerpo plastificado que le rodeaba. Sintiéndose pleno, feliz, rodeado de sus nuevos amigos sin habla. 

Fotogtafía de Stanley Kubrick

Microrelato para los Viernes Creativos de Escribe Fino

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