Maternidad impuesta

- No, no quiero tener hijos. Sí, lo digo desde mis más profundas cavilaciones. Sí, claro que lo he pensado mucho. La única razón por la que los tendría sería por la presión externa a la que me veo sometida día sí y día también. Y eso no sería para nada justo, ¿verdad? No, no quiero ser madre. ¿Tan espantoso es? ¿Qué no estaré completa hasta que lo sea? ¡Basta! Estoy harta de escuchar que me voy a arrepentir, que debería de replanteármelo, que ya cambiaré de opinión, que se me va a pasar el arroz. ¡Por favor! Déjame en paz. Llevas toda mi vida diciéndome lo mismo. No te ha quedado claro que no es lo que deseo. Quiero vivir a mi manera y si eso implica sin hijos, pues que así sea. Sí, por mucho que me pueda gustar cuidar de mi sobrina no quiere decir que yo, precisamente yo, desee pasar por eso en mi vida. No, no estoy enferma. No tengo nada roto en mi interior, ¿pero qué crees que me pasa? Para nada tiene que ver el aborto que tuve hace años. Por favor, deja de cortarme si quieres que me explique. No, no quiero hablar con él. Vale, pero para de sacar el tema. Te llamo para saber cómo estás y tú ya me sometes a tu peculiar tercer grado. No, no estoy enfadada. He dicho que no quiero hablar del tema más. ¡Pero si ya eres abuela! Bien. Sí. Cuídate. Yo también te quiero. Feliz navidad – cuelga el teléfono furiosa. Siente que es una niña de nuevo y que debe de obedecer a las normas de sus padres. No entiende nada. Nunca fueron felices con nada de lo que hizo. Sus logros siempre inadvertidos, mientras que todos celebraban como su hermana traía niños a este mundo sin futuro. A nadie le importó que ella viajará recorriendo todo el globo, ni que hablará siete idiomas, por no decir que era experta en más de cuatro instrumentos de viento y lo más importante, que simplemente era feliz con su vida elegida. Deseaban que se sometiera, que dejará de ir contra la norma. Si fuera por ellos hace años controlarían su vientre y le hubieran metido a un bebé dentro. Acaricia a su gata molesta. La mira triste. Esta le regala los más bellos sonidos, calmando su corazón y su rabia. Sonríe, mientras escucha esa melódica sinfonía. 

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