Mi abuela era una mujer muy reservada para todo lo que había vivido en su vida. Y no fue hasta su muerte hasta que la conocí correctamente. Heredé sus diarios y para mi sorpresa, todos estaban llenos de aventuras, idilios y noches de tinta sobre la piel. Recuerdo la última vez que pasé algo de tiempo con ella. Pelábamos patatas para la cena. Mientras, mi abuelo dormía en el sofá y los perros correteaban por la casa. Mi abuela se mostraba serena en su quehacer y yo pensé, que vida tan aburrida ha tenido mi iaia. Que equivocaba que estaba. A primera vista mi abuela parecía una mujer de lo más corriente, pero la realidad es que no lo era. Según sus diarios, tenía siete tatuajes en su cuerpo y creo que nadie de la familia los vio nunca. Se los maquillaba y cuando hacía el amor con mi abuelo lo hacían con la luz apagada y ella siempre se quedaba semivestida. Tenía tatuada una sirena en el tobillo, una herradura en la nuca, una rosa entre los pechos, un anillo en el dedo anula...
- ¿Por qué lanzamos sus cenizas en el mar? Siempre odió la playa – dice con agonía. - Por qué tus hermanos querían venir a bañarse y tu padre quiere buscar mierdas con el detector ese de metales – contesta desganada mientras le caen un par de lágrimas por la mejilla. - No lo entiendo. Tendríamos que haber hecho un esfuerzo y esparcir sus cenizas donde la encontramos. En medio del bosque. - Eso hubiera sido bonito. - Es lo que tendríamos que haber hecho – responde soberbia mientras frunce el ceño. - ¿Quieres decir unas palabras cariño? – pregunta esperanzada. - Claro. He escrito algo – carraspea y se saca del bolsillo un papel arrugado con un par de líneas. Empieza a leer – Lara, fuiste la luz de mi vida y te fuiste dem...
- Cuando me dijiste que se te daban mejor los exámenes orales, no me imaginaba lo realmente sincera que estabas siendo conmigo. Creo que mmm... ohhh ohhh... - no puedo terminar la frase, pues me corro en su boca, en un infinito orgasmo, inundando su estrecha garganta. - Gracias - me dice mientras se limpia los restos de semen de sus carnosos labios - Ahora ya tengo matrícula, ¿verdad? - Me dice con ojos tiernos, pero lascivos a la vez. No sabe lo que me pone que me mire con esa cara de inocentona. - Si, pero aun tendremos que aclarar un par de asuntos más. ¿Entiendes, Marlene? - Ella me asiente con la cabeza. Lo que sea por una matricula, ¿verdad zorrilla?. ¿Con cuantos viejos verdes como yo se habrá acostado esta chica?. La levanto del suelo y le bajo las bragas blancas de algodón. Tiene un coño precioso, da ganas de hincarle el diente como un salvaje, hundiéndome en su rebelde bello púbico. Pero me controlo, quiero observarla bien. ¡Woh! que culo que...
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