California Dreaming: Orangután penoso y sin escrúpulos.

  - ¿Piensas espiarme toda la mañana bajo las sábanas reina? - me dice la muy capulla frotándose las tetas con crema delante mía, sentada en una silla de tela negra. La muy cerda me esta dando el espectáculo del siglo y yo aquí más caliente que ninguna.

- Si chiquilla. Es que no hay nada mejor que hacer por las mañanas. Pero en seguida termino de acecharte como un ruin voyeur - le digo con una sonrisa lasciva que ella no puede ver.

Termina de ponerse crema por todo ese pequeño cuerpo y se calza una bata azul marino de seda. Se cepilla el pelo y se lo recoge en un moño enmarañado, aún con el pelo mojado. Sale del cuarto y cierra la puerta tras ella. Me levanto de la cama de un salto y mi cabeza me hace trizas, pero aún más el ardor que consume mi estómago. Necesito cafeína, mucha cafeína. Pero el café me sienta como una patada en el culo, me pongo imperativa y actúo de forma agresiva. Rebusco en mi bolso como una loca perdida y cojo un piti que me meto en la boca rápidamente. Lo enciendo y en bolas me lo fumo, sentada en el borde de esa cama desordenada, que aún huelo a sexo. Cuando recupero la calma, busco mi ropa por el cuarto, pero no la encuentro en ninguna parte. Cojo una camiseta de manga corta, ancha y larga, que esta sobre el escritorio y me la pongo, no pretendo salir desnuda en busca de respuestas, aunque no lleve bragas. Respiro tranquila y me preparo para dar la cara ante los padres de la chiquilla. Abro las ventanas de la habitación para ventilar un poco la humareda que se ha formado por el cigarro y me dirijo, desorientada, hasta el olor del rico café mañanero.

- Hola - digo muda al ver a la cría sentada en una silla de la cocina, dándole un potito a un bebé. Tiene un hermano de anuncio.

- Por fin te has levantado. Pensaba que jamás moverías tú culo de mi cama. ¿Quieres café? - me dice levantándose y dirigiéndose a la cafetera, que esta haciendo ese ruido tan molesto, que quiere decir que ya esta listo para pasar por mi gaznate. Ese desgarrador chillido me deja sorda por unos momentos, e incluso me siento más perturbada que al despertar.

- Vale, gracias. ¿Tienes galletas o algo del estilo?. Tengo tanta hambre que me comería hasta un caballo o quizás un buey, y eso que soy vegetariana.

- Claro - me dice pasándome unas galletas de cereales sin azúcar y una bolsa con magdalenas industriales. Me zampo seis galletas de golpe y cojo un par de magdalenas. Le doy un sorbo diminuto al café y resoplo cansada - Están buenas las dichosas - le digo señalándole las galletas. Ella me sonríe - Bueno... ¿me aclaras un par de cosillas? - le digo mirando fijamente a ese bebe que solo hace que babear sonriente.

- ¿Cómo qué? - me dice cogiendo a su hermano y poniéndoselo sobre las rodillas.

- ¿Que edad tienes ricura? - le digo poniéndole unos ojos melosos.

- 26, ¿por que lo preguntas? - me dice confusa.

- ¿En serio?. No me lo puedo creer. No sabes el peso que me has quitado de encima. Pensaba que me había tirado a una chavalita de 14 años - digo riendo a carcajadas.

- No ha pasado nada entre nosotras. Yo no soy lesbiana - dice mirándome incrédula.

- ¡Ey tranqui, que yo tampoco!. He tenido un par de affaires con algunas tías, pero nada más serio, me van más los tíos, que se le va a hacer. Me parecen más sencillos a la hora de tomar el pelo, pues ven dos tetas, aunque yo tenga pocas, y se vuelven locos. Pero no se, lo he supuesto automáticamente. Yo desnuda y en tú cama, pues blanco y en botella, ¿no? - se queda callada incómodamente y yo sigo desayunando con tranquilidad. Que se le va a hacer, es una simple confusión inocente. Pero aún así, ¿por que estoy en su casa y quien es ella?.

Golpean la puerta, con aire de destrucción. La chavala, ya no tan chavala, pues es mayor que yo, agarra al crío con fuerza. La máquina de babas comienza a berrear de lo lindo.

- Abre la puerta zorra. ¡Se que estas ahí! - grita el sinvergüenza que rompe la calma de mi desayuno. Esta corre a la habitación y deja al niño en ella. Su llanto queda amortiguado tras las paredes. Ya en la cocina coge un cuchillo enorme y respira, apoyándose sobre la encimera. Deja caer su cabeza entre sus hombros y parece que se vaya a derrumbar en cualquier momento.

- ¿Pero que coño haces? - le digo susurrando. Se gira hacía mí, hecha un mar de lágrimas - ¿Que cojones pasa aquí? - le pregunto alterada.

- Es Billy, mi exmarido - me dice agarrándose a la camiseta que llevo puesta. Billy sigue aporreando la puerta con violencia y soltando improperios desde la A a la Z.

- Tranquila. Suelta ese cuchillo antes de que te hagas daño. Venga, respira reina - le digo calmándola. Ella deja caer el cuchillo al suelo y rompe a llorar con más fuerza. La sostengo sobre mis brazos durante un momento, hasta que consigue enderezarse y deja de llorar.

- No puedo más Adara, si sigue así no se que voy a hacer. No me deja en paz nunca. Me persigue cuando salgo del trabajo o cuando voy a por mi nene a la guardería. Esta en todas partes acosándome. Incluso lo he visto rondando cerca de la casa de mis padres. No puedo seguir viendo así. Tengo miedo. Le tengo mucho miedo.

La suelto y me voy encarada hacía la puerta, que parece que va a caer en cualquier momento de tanto absurdo leñazo.

- ¿Que diablos quieres cabronazo? - le digo al jodido Billy. El tipo es un cuarentón, canoso y bajito, que no tiene ni media ostia.

- ¿Tú quien eres? - me dice agresivo.

- Soy la actual pareja de tú ex.

- ¿Pe... pe-pero? - me dice tartamudeando mosqueado.

- ¿Pe - pe- pero? - me burlo de él - Pues lo que has oído inútil. Tú ex es mi chocho ahora, así que ya puedes irte por donde has venido, pues no pintas nada en esta escena. ¿Me has entendido? - le digo a grito pelao'.

- Cristine, sal fuera y explícame esto. Cristine, ¿me has oído?. ¡Sal inmediatamente! - le ordena.

Cristine, que así se llama la tipa, sale cabizbaja de la cocina y se pone a mi lado, callada.

- ¿Pero que circo es este? - le pregunta levantándole la mano.

- ¡Cabronazo! - suelto yo - Ni se te ocurra levantarle la mano a mi chica.

- No pasa nada Adara, déjame un momento a solas con él. Debemos de hablar - me mira con una tristeza que me turba completamente.

- Vale cielo, pero estoy aquí mismo si me necesitas - le digo con una sonrisa mustia.

- Eso tía, vete de una vez por todas. Que tu eres la que no pinta nada en este asunto.

Escucho a ese cabronazo gritarle como un poseso. Le esta diciendo de todo y no le deja soltar palabra a ella. Que si cosas del crío, cosas sobre la casa, sobre mí, etc. Me pongo nerviosa. Esto es inaceptable. Vuelvo a la puerta y le arreo un morreo a Cristine, delante de las narices del agilipollado exmarido pedante. Disfruto de este beso rebelde, hundiéndole mi lengua en su garganta.

- ¿Pero quien te crees que eres?. Deja a mi mujer - me dice golpeándome un brazo. Me pongo delante de Cristine, cubriéndola, y le atizo una patada en los huevos al subnormal este. Al momento, cae al suelo, como una cucaracha, y comienza a gemir de dolor.

- Dos mujeres no pueden criar a una niño. ¡Saldrá maricón Cristine! - brama dolorido en el suelo. Lo que faltaba, como si ese tipo pudiera educar a alguien. Puto engreído.

- Anda, vete con tus prejuicios a otra parte. ¡Cacho orangután! – le espeto en su fea cara, le atizo otra patada, ya con ventaja, y cierro la puerta pegando un fuerte golpe.

Cristine se queda inmóvil detrás mía. Llora en silencio. La pobre esta rota.  

- Tranquila guapa. En esta vida he tratado con más de un indeseable como este, ahora berreará un rato más, se cansará y se pirará, pues sabe que no tiene nada que hacer por aquí.

- Pero volverá... y ahora que le has hecho creer que eres mi novia estará más cabreado que nunca, y volverá con el bate de béisbol dispuesto a machacarte los sesos - dice cayéndose al suelo como un viejo trapo. Me agacho y la abrazo.

- Esto ya se le ha ido de las manos. Tienes que denunciarlo - le digo acariciándole la cabeza - Ahora cuando consigas calmarte salimos juntas y vamos directas a la comisaría.

Hunde su cabeza sobre mi pecho y llora. Oímos como el puto mafioso de pacotilla se pira, maldiciéndome como un niño enfadado. Ayudo a Cristine a levantarse del suelo y vamos a la habitación, donde esta el niño aún llorando. El pobre esta rojo como un tomate, de tanto lloriquear. Cristine lo coje con fuerza entre sus brazos y lo mece con delicadeza, hasta dejarlo dormido. Le da un suave beso y lo tumba de nuevo en la cuna. Se sienta en la cama en silencio y mira al chiquillo con tanto amor, que abrasa.

- ¿Cuantos años tiene el pequeño? - le digo, sentándome a su lado, en voz baja.

- Uno - me dice mirándose las manos. Esta temblando aún la pobre.

- Es un niño adorable - le digo con una sonrisa dulce y le cojo de la mano - Y este crío se merece que su madre este feliz y sea libre de su penoso exmarido.

- Lo sé - dice sin apartar la mirada del chiquitín - Lo sé Adara.


Comentarios

  1. Hola!
    Por lo visto soy la primera en comentar jeje.
    Una historia muy interesante aunque si te digo la verdad ha pasado tanto tiempo del último relato de california que ya no me acordaba de quien era el/la protagonista pero luego se me ha encendido la bombillita.
    Espero que Cristine tenga suerte en los próximos relatos y se libre de su ex (si es que tienes pensado sacar más a este personaje).

    Un besote!

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  2. hiiii
    bueno por fin has hecho la continuación de california dreaming!!! ;)
    A ver no digo que me esperaba lo que has escrito pero tampoco es que me haya sorprendido, el tema del maltrato de genero y que la tía se invente que ella es su nueva pareja, me parece poco original, pero bueno teniendo en cuenta como escribes tu y la situación en la que se encontraba ella en el capitulo anterior, supongo que cuadra bien.
    Una duda que tengo, cuando dice que el café no le sienta bien, pones que se vuelve imperativa, pero no debería ser hiperactiva??
    Y bueno creo que eso es todo
    Hasta el siguiente capítulo :)

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  3. Madre mia Esther, que fuerte!! el asunto del maltrato, lo defines muy bien.
    Me ha gustado:)
    Blanca

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