Confesión
Siempre intento hacer lo correcto. No destacar demasiado, ser buena
estudiante, hija, pareja y amiga. Llevar a mi perro a pasear tres veces al día,
llamar a mis abuelas de Nueva Zelanda todos los domingos y dar comida en un
centro social todos los fines de semana.
Me dicen que no cometo riesgos, que soy reservada y tranquila. A veces me
llaman muermo.
Estoy harta de esta mascara de mujer dócil, buena y apagada. Hoy me tiro a
ese, el del final de la barra, con su barbita arreglada y con esa camiseta
ajustada color salmón.
Mañana ya será otro día y si eso me confieso y listo. Mi madre siempre dice
que si me arrepiento de verdad Dios me perdonará.
Necesito sentirme viva, y este chupito solo ha hecho que calentar los
motores de mi ansiada libertad y locura.
El tipo me mira a los ojos, directo y me enseña su adorable sonrisa. Me da
a mi que el “arrepentimiento” no llegará de momento, quizás mañana, pero con un traje de remordimientos y resaca.
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