Las vírgenes del sol

Alicia y Alba se pasan el día bañando sus cuerpos bajo el sol. Cuando llega el verano, su estación favorita, cogen sus toallas, sus diminutos bikinis, crema autobronceadora, y se dirigen a su casa de la playa, para atiborrarse del calor de esos divinos rayos. Pueden pasarse hasta ocho horas bajo el sol, friéndose como huevos, por una cara y luego por la otra. En verano sus pieles adquieren un color espléndido, un bronceado dorado, con un brillo fabuloso. Los demás días del año, Alicia y Alba, toman el sol en la amplía terraza de su piso, céntrico y con buenas vistas, y cuando el sol no brilla, para sus pequeños cuerpos, se aplican rayos artificiales, que son igual de eficaces.

Ir a tomar el sol es de los pocos momentos que une a estas dos gemelas tan distintas. Sienten una devoción, grandiosa, por la tonalidad de sus pieles color oro. Es como si practicaran una especie de ritual, en el que sus cuerpos vírgenes, absorbieran la esencia, única, del sol.

Sus pieles son fuertes y de un aspecto inmejorable. De una extrema suavidad y una maravillosa textura.

Aunque el exterior de estas dos chicas sea tan similar, y hacen lo imposible para no parecerse físicamente, la una de la otra, por dentro son personas completamente opuestas y no se soportan. Alba odia a Alicia y Alicia aún odia más a Alba. Cuando las miras a los ojos, puedes sentir la repulsión que se tienen.

Están hartas de ser comparadas en la escuela y por sus familiares, compartir los mismos amigos, la ropa, el peinado… odian ver su reflejo sin estar mirándose en ningún espejo.

Buscan siempre formas de diferenciarse, con distintos hobbys, siempre que sus padres estén de acuerdo. Alicia toca la guitarra clásica, y siente una absoluta pasión por el flamenco y Alba es una excelente informática. Cuando se sumergen en sus aficiones se sienten, al fin, únicas, libres de comparaciones, y por fin disfrutan de una ligera sensación de libertad. No son las muñecas de porcelana, con expresión triste y taciturna, a las cuales su madre viste y arregla a su antojo.

Alba y Alicia comparten habitación. Tienen dos camas idénticas, con el mismo juego de sábanas y muñecos sobre ella, iguales, dos escritorios organizados de la misma forma, los mismos libros por duplicado, etc. Es como si la habitación estuviera clonada y dividida en dos.

Alba duerme la siesta en ropa interior. Es tumbarse en una cama y no poder mantener los ojos abiertos ni cinco segundos. La cama está empapada de su sudor. Su frente parece un río salvaje sorteando su acne juvenil. Alicia la mira con asco. Aborrece los ruidos que emite mientras dormita, parece un perro viejo y borracho, ahogándose en su propio vómito. No comprende, como alguien que tiene su misma sangre puede ser tan repulsiva. Espasmos y balbuceos emite la ensoñadora Alba. Sus pies, se retuercen, como una culebra de campo. A veces parece un gusano, que repta por el pringoso barro.

No la soporta. No puede escuchar su voz, que martillea sus tímpanos, no puede sentirla cerca, por que se le forma un nudo en el estomago, y no quiere ni verla, pues preferiría arrancarse sus propios ojos. No le gusta como habla, como come, su forma de respirar, como se peina el cabello, su éxito con los chicos, su habilidad con la informática, el desorden que organiza allá donde va, etc. Una mezcla de envidia y aversión intoxican su corazón.

Alicia coge su guitarra y comienza a tocar. Alba se despierta malhumorada por la música que emite su congénere. Se acerca a ella y le grita con todas sus fuerzas. Pero Alicia, cierra sus oídos, a los envenenados reproches de su hermana menor y sigue sintiendo cada nota, de su hermosa guitarra clásica, recorriendo todo su cuerpo. Alba coge unas tenazas, que tiene para arreglar cables del ordenador, y, sin pensarlo ni un minuto, corta las cuerdas de la guitarra. La música se hiela. El sonido muere. Y Alicia, colérica, destroza el cuerpo de su guitarra, contra su hermana. Alba grita abatida, suplicando su perdón y su compasión. Alicia se enfurece aún más y no deja de golpearle, hasta que las bellas curvas de su guitarra se reducen a astillas y la sangre de su hermana cubre la algodonosa moqueta lila.

Alicia coge a su hermana de los pies y la arrastra hasta el ascensor de la finca. Un rastro de sangre cubre todas las baldosas azules de su casa. Alba, desorientada, mueve la cabeza lentamente de un lado a otro, e intenta agarrarse con los brazos a algo, pero no lo logra. Finalmente se queda inconsciente. Alicia coge un par de toallas y el bronceador, y sube con su hermana en el viejo ascensor de la finca. Alba está semitumbada en el suelo, áspero y sin vida, y Alicia canturrea felizmente, mientras se aplica la densa crema, dejando su cuerpo de un adorable tono ocre.

Al llegar a la terraza, arrastra a su hermana, sin ninguna ternura, por la cálida losa rojiza. La deja tumbada, cerca de sus dos tumbonas y coloca las dos toallas en las sillas. Como puede, la levanta y deja caer, su cuerpo medio inconsciente, sobre la tumbona de plástico blanco. Está cubierta de magulladuras y cortes profundos, llena de suciedad, a causa de su trayecto por el suelo. Su pulcra figura está destrozada.

Alicia se tumba a su lado y disfruta de los últimos rayos intensos, de la tarde. El cuerpo virgen, de la joven Alba, se impregna de la calidez del sol. Alicia sonríe, como nunca lo había echo.

El verano ya ha acabado y el sol se ha apagado.

Comentarios

  1. Hola de nuevo, hacía bastante tiempo q no subias un relato nuevo =P
    Al principio pensaba q iba a ser un relato tranquilo y sin muertes pero a medida q he ido avanzando me ha gustado el cambio inesperado, te felicito por ello.
    Gracias por tu comentario, la verdad esq siempre intento q mis temas sean variados pero de interés, espero conseguirlo jeje.
    Un besazo, hasta luego!

    ResponderEliminar
  2. hiiii!!!! ya estoy en casaaaa
    bueno por fin puedo leer tus relatos en condiciones y no desde una pakeña pantalla de movil jejejeje
    no sabria como describir el relato, es muy....raro, no se la tia esta pirada, y ay formas de dejar de parecerte a tu ermana sin tener q llegar a esos extremos
    pero a sido gracioso, al final la xica cantando y tan feliz jejejeje
    bueno muy tuyo sin duda
    pues nada ya nos vemos

    ResponderEliminar
  3. Joder Esther... Eso ya no es animadversión, tío, eso es psicosis... Joder, ¿con cambiarse de habitación no bastaba? o ¿con romperle la nariz? Soy hija única, pero es muy difícil que dos hermanos, más aún gemelas que comparten cierto vinculo, digamos, "sensible" entre las dos se puedan odiar, o que una pueda odiar hasta matar a la otra..
    Joder, ¡qué fuerte!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el Mar Rojo?

Ensoñación (anti)capitalista

Chicago en llamas