Conversaciones al espejo
- Cuando era pequeño quería ser
mago. Llevar una enorme chistera negra y sacar un conejo blanco tras otro.
Agitar la barita sobre mi puño y hacer desaparecer una moneda. Sacar pañuelos
de colores de mi garganta y decir ¡TACHAN!. Quería conseguir enganchar a todo
el mundo con el poder de mi magia. Conseguir arrancar una
sonrisa o una lágrima a mi público era lo único con lo que podía
soñar. Mis padres me compraron un kit de magia, de esos con cartas, varitas
flexibles, anillas, lazos, pañuelos, etc., de esos de auténtico
plástico, y me dedicaba a ensayar día y noche numerosos trucos. En el
fondo lo que me pasaba es que me atraía David Copperfield y practicar su oficio
me hacia sentirme más próximo a él. Sentía como si nos
hubiéramos fundido en un solo ser. Eso si que era magia real.
- ¿Así es como te diste cuenta de
que eras gay?.
- No. Me dí cuenta más tarde. A
los quince años. Cuando mi madre murió.
- ¿Pero te has acostado alguna
vez con una mujer?.
- Nunca. Pero no me hace falta comprobarlo.
Se que sería incapaz. Cuando pienso en una mujer desnuda pienso en mi madre dando
a luz a Silvia, en mi hermana enrollándose con Sonia y en mi tía dándole
el pecho a su último bebé (si es que podemos llamar bebé a esa bola de
pelos). Son creo que las imágenes más espeluznantes que he visto en mi vida.
- ¡Dios mío, como eres!. No
podrías decir directamente que no te atraen sexualmente las mujeres y ya esta.
Mira que eres crío.
- Bien, como quieras. No me
atraen. Aunque sabes que miento con lo que te acabo de decir, en el fondo, lo
que me pasa es que no las soporto.
- ¿Y como es que me soportas a
mí?
- No lo sé... me produces nostalgia.
- ¿Que quieres decir con eso?.
- Pues que me recuerdas a
la perra que tuve en mi infancia. Se llamaba Sweetie.
- ¡Serás cabrón!.
- No te enfades. Sweetie era
una perra muy guapa y fiel. Cariñosa y simpática. Lo pasaba muy bien con
ella.
- ¿Qué le pasó?.
- Unos niños del pueblo se la
cargaron. La violaron y la apalizaron con un palo lleno de clavos. Eso ocurrió
en el verano que yo tenía nueve años.
- ¡Salvajes!.
- No te preocupes, se llevaron su
merecido.
- Volvamos al tema inicial por
favor.
- Como quieras.
- Entonces cuando tú madre murió
te diste cuenta de que eras homosexual. ¿Porqué?, ¿qué es lo que desencadeno la
muerte de tú madre?.
- No se chica, me dí cuenta sin
más. Fui uniendo cabos y finalmente lo acepte. No hace falta un master
para ello. Cristina... ¿puedo llamarte Sweetie desde ahora?.
- En fin… creo que hoy he
escuchado suficientes gilipolleces para una noche. Ya nos vemos cuando me
plazca. ¡Que te den! - me dice guillándome un ojo saliendo del local
enfurecida.
Termino mi café tranquilo y pago
la cuenta de ambos. Ella siempre se va sin pagar. Decido pasear lentamente por
la calle, con mucha tranquilidad. A penas hay gente en la zona del
puerto y el tiempo es de lo más romántico. Me siento en un banco y me
quedó mirando los barcos atracar. Cierro los ojos y me hundo en mis recuerdos.
- ¡El padre de Jaime es
mariquita, el padre de Jaime es mariquita! - gritaron los niños a coro.
- No, no lo es - bramó Jaime
molesto.
- Sí lo es. Lo vieron
besuqueándose en el parque con un hombre - dijo Raúl (el líder de la pandilla)
burlándose de él.
- ¡Eso es mentira!.
- Se lo dijo Roberto, el del
bar, a mí padre este domingo. Los vieron por la noche morreándose como cerdos
detrás de un contenedor.
- ¡No, no es cierto!. Mi papá
solo besa a mi mamá. Por que a mi padre quiere a mi madre y solo le gustan las
mujeres.
- ¡Calla capullo! – dijo uno de ellos.
- Tú que sabrás niñato – chilló
Raúl.
- ¡Pues tú padre es un borracho!.
- ¡Cabrón!. ¡Vamos a zurrarle
chicos!
Una lluvia de
piedras enterró a Jaime en la tumba que acabó con su inocencia. Los niños
lo apedrearon y le pegaron patadas ya en el suelo. En ese momento Sweetie, que
estaba sentada bajo un roble dormitando, salió en su ayuda. La panda de niños
recibió un buen par de mordiscos, y entre lágrimas salieron corriendo,
cobardemente. Sweetie
lamió el rostro descompuesto de su dueño. Las lágrimas se mezclaron con la
sangre caliente que salía a chorros de su nariz.
Un potente aullido me
despierta de mis reflexiones que me tenían atrapado. Aparecen dos señoras,
de edad avanzada, dando tumbos por la calzada. Ver a esas dos vacas burras
solo me ha dado más ganas de suicidarme. Y no es que lo piense muy a menudo,
pero lo pienso. Como todo el mundo supongo. El suicidio es una vía de escape a
veces acertada, otras, francamente no, un simple y arduo error del que no hay
vuelta atrás. Ambas mujeres llevan unos trajes llamativos que no se, me producen
ardor en el estómago, por así decirlo. Una lleva un vestido azul eléctrico y la
otra un traje de chaqueta amarillo canario. No hace faltan farolas en la calle,
la luz y el espectáculo lo dan ya ellas.
- Hola guapo, ¿qué haces esta
noche? - me dice la canaria que está más pintarrajeada que la otra. Lleva los
labios de un color rojo muy potente y una sombra de ojos malva. El aliento le
huele a cenicero y a Bourbon - ¿Quieres salir de fiesta con nosotras? - me
dice sentándose a mi lado. Me dejan espachurrado entre sus carnes flácidas y aturdido
por el olor a pachulí.
- Pues nada en especial. Antes de
que ustedes dos quebraran la calma de la noche estaba recordando momentos de mi
infancia.
- ¡Ay bribón!. ¿Y que
recordabas?, ¿como le levantabas las faldas a las niñas?, ¿las tardes en el
parque jugando con los niños?, ¿la escuela?, ¿las primeras pajillas? - me dice
la del vestido azul abrazándome con ternura. Esta parece menos chalada, pero
aún así...
- No, nada de eso. Bueno, si me
permiten levantarme señoras, me marchó a casa que ya es tarde.
- ¡No puedes dejarnos solas!. Dos
mujeres como nosotras, a estas horas de la noche, son presa fácil para
cualquier desvergonzado - me dice la de amarillo chillón.
- Correré el peligro y rezaré por
aquellos que se topen con ustedes dos.
- ¡Serás maleducado! - grita una
de ellas. Ya confundo hasta sus veces de pito - ¡Maricón!. Eso es lo que eres.
¡Jodido palomo cojo! – dice la otra.
Paso de largo su comentario y me
marcho hacía mi casa. La mitad de las farolas están apagadas y camino en una
penumbra misteriosa. A mitad de camino me paro de golpe frente al portal de
Cristina. Miro la hora en el móvil. Son pasadas las tres de la mañanas.
Cristina debe de estar dormida. Creo que mañana se levanta temprano para ir al
hospital a ver a su padre. Da igual, que se despierte. Necesito hablar con
alguien ahora mismo y ella es mi única amiga. Aunque creo que la jodo
demasiado, pero no en sentido figurado.
- ¿Quién coño es? – me dice con
una voz encantadoramente adormilada por teléfono.
- Soy yo Sweetie – le susurro.
- ¿Pero que cojones quieres ahora
Jaime?. Son las tres y media de la madrugada. ¡No sabes que mañana tengo que estar en el hospital a
las siete y media! – dice molesta.
- Si, lo se. Llámame cretino o
todo lo que tú quieres, pero quería hablar contigo. Necesito verte – le digo
quedándome sin voz. Noto que mi garganta se me hiela.
- ¿Dónde estás ahora? – me
pregunta malhumorada.
- Debajo de tú casa. Esperando a
que levantes tú culo perezoso de la cama y me abras la puñetera puerta.
- ¡Puto acosador!. Espera un
momento. Ya te abro.
La puerta del patio se abre con
dificultad. Y yo voy directo al ascensor, que como no, por regla general, se
encuentra estropeado. Ahora me toca subir siete pisos. ¿No podría vivir en un
bajo mi querida amiga?. Llego sin apenas aire en mis pulmones frente a su
puerta y allí esta ella, bostezando y quitándose las legañas de sus ojos
verdes. Tiene el pelo enmarañado, recogido en una coleta negra. Lleva puesto un
chándal gris y una sudadera blanca con capucha, bastante hortera.
- ¿Qué es lo que te pasa ahora? –
me dice apartándose de la puerta y dejándome espacio para que entre. Nos
dirigimos al sofá y allí nos sentamos, uno frente al otro. Ella enrolla sus
piernas con sus brazos y apoya el mentón en sus rodillas. Yo me quedo mirándole
a sus ojos un momento y tomo aire.
- Nada... Solo se que si no te
veía esta noche iba hacer alguna tontería. Los recuerdos me estaban agobiando
demasiado – le digo sinceramente.
- ¿Has bebido? – me pregunta
olisqueándome la ropa.
- No. Ni una gota.
- Pues apestas a Bourbon.
- Ya… unas viejas que se me
acercaron en el puerto.
- ¡Ajá! ¿Con que ahora te gustan
maduritas? – me dice riendo.
- No – le respondo con máxima
seriedad. Ella se acerca a mí y se recuesta sobre mi hombro. Me acaricia la
barbilla y el cuello. Me da un suave beso en el cuello y luego me muerde la
nariz. Me vuelve a sonreír como solo ella lo hace. Luego bosteza risueña.
- ¡Ves como me recuerdas a mi
perra! – le digo lamiéndole una mejilla.
- Pues no se que decirte. Cuando
quieras me pongo a cuatro patas y te ladro contenta por que me despiertas a
semejantes horas, ¿eso es lo que quieres?.
- ¡Oh!. ¿Harías eso por mí?.
- ¡Estas peor de lo que me imaginaba!.
¿Podrías decirme realmente que te ocurre? – me dice cogiéndome la cara con
ambas manos.
- Creo que si paso la noche en mi
piso voy a cometer un error.
- ¿Que quieres decir con eso? .
- Me suicidaré – un silencio
incomodo rompe la calma de la habitación. Es uno de esos silencios que devora a
la misma quietud.
- ¡Pero que tonterías dices! –
exclama aturdida - ¿Cómo se te ocurre hasta pensarlo? – me dice sosteniéndome
la cara con fuerza, clavando sus sensatos ojos en los míos. No consigo esquivar
su mirada.
- No lo se. Siento un peso muy
fuerte sobre mí. Demasiadas cosas que tengo que intentar digerir. No puedo con
todo esto últimamente. Antes me lo guardaba todo, pero me he dado cuenta que es
una equivocación, pues siento que me marchito poco a poco. No sabes cuanto me
duele el alma. Despertarme ya me es un suplicio.
- ¿Pero que dices?. Tú eres la
persona más feliz que he conocido en mi vida. Sí, vale, con tus rarezas, pero
siempre estas tan feliz. Es esa felicidad que se contagia y te hace sentir tan
bien, como si estuvieras en un sitio que no quisieras dejar nunca, pues te da
la calma que siempre habías buscado.
- Shhh – le silencio poniéndole
un dedo sobre los labios - Tienes unos ojos preciosos Cristina – Me sonríe. Me
besa. Me quedo quieto. Su perfume me embriaga, me es tan conocido y confortable
que me hace sentir protegido de cualquier cosa.
Comenzamos a besarnos más pasional
y rápidamente. Nuestras lenguas se enredan en una profunda espiral de frenesí.
Me abraza con fuerza y me acaricia la cabeza. Yo no la suelto. Siento que si la
suelto me caigo y no vuelvo a respirar.
- Jaime, vamos a la cama. Es
tarde. Ven, vamos a dormir – me dice poniéndose en pie ofreciéndome su mano
para levantarme. Yo me quedo abrazado a su cintura y sollozo calmado. Tengo
mucho que contarle. Somos tan amigos y a la vez no nos conocemos. No se por que
no soy capaz de abrirle mi corazón y mi mente y explicarle lo que me ocurre sin
más.
- Gracias – le digo levantándome
y dándole otro beso.
En la cama el sueño se apodera de
Cristina fugazmente. Yo me quedó tumbado entre sus brazos, perturbándome con
mis recuerdos.
- ¡Mama!, ¡mama! – gritó Jaime entrando en su casa – Mama, Sweetie esta
muerta. ¡La han matado! – gritó entrando en la cocina con las manos llenas de
sangre. Sus padres estaban discutiendo. Carmen gritaba sin cesar y Carlos
intentaba calmarla. Ninguno se dio cuenta de la presencia del niño en la
cocina.
- Carlos, ¿por qué me haces esto?, ¿ya no me amas? – lloró Carmen
descompuesta.
- Yo no hago y dejo de hacer nada. No creas que ha sido decisión mía, he
luchado por cambiar lo que siento pero me he enamorado – dijo sinceramente.
- ¿A eso lo llamas amor?. Eso es una perversión Carlos. Es inmoral y
anormal. A ojos de Dios eres… eres… no puedo ni decirlo. ¡Carlos como has
podido!.
- Lo siento Carmen, pero es que ya
no te quiero. Lo siento muchísimo – Carlos se acerco de rodillas y se puso a
llorar entre las piernas de Carmen. Esta le golpeo furiosa hasta quedarse sin
fuerzas.
- ¿Mama, estás bien? – dijo Jaime acercándose a su madre lentamente. Por un
momento sintió como si el tiempo se paralizará y la escena estuviera congelada.
Su madre estaba roja de furia, con las lágrimas mojándole la blusa y su padre
echo un ovillo, agarrado a su falda - ¿Qué ocurre?.
- Ven aquí hijo. No te acerques a tú padre que te puede hacer daño – me
dijo cogiéndome del brazo con fuerza y arrastrándome hasta su lado.
- Yo jamás le haría daño a nuestro hijo, eso lo sabes muy bien. Lo quiero
con locura.
- Ya, pero tú ya estas loco. No entiendes lo que esta bien y lo que esta
mal – le dijo señalándole con el dedo - ¿Te ha tocado tú padre Jaime?, ¿te ha
hecho algo que tú no quisieras hacer?- me dijo alterada.
- ¡Pero como te atreves!. ¿Cómo le preguntas algo así al chaval?, ¿pero
quien crees que soy?
- ¡Cállate! – aúllo desesperada – ¡Jaime, por favor, dime la verdad!.
- No se que quieres que te diga mama. Papa se ha portado como siempre
conmigo. Nunca ha pasado nada malo.
- ¡Mientes! – grito cruzándome la cara – Eres como él, ¿verdad?
- ¿Cómo soy mama? – le pregunte llorando.
- Por favor Carmen no lo metas en esto. El no tiene la culpa de nada. Te lo
suplico Carmen. Deja al niño en paz.
- Es como tú Carlos. Un desviado, un mariposón, un pierde aceite, un
invertido, un bujarra, un amanerado, un sarasa, un sodomita… ¡un come
almohadas!.
- ¡Yo no soy eso ni papa tampoco!. ¡Solo dices mentiras, como los niños del
parque!
Carmen se levantó encolerizada y cogió un cuchillo. Apuntando a Carlos y le
dijo a gritos - ¡Si tienes huevos, y aun queda algo de hombre en ti, nos harás
un favor a todos y te quitaras la vida. Eres abominable - Carlos se quedo
llorando, destrozado, en la cocina. Mi madre me llevo a rastras a su cuarto y
me obligo a escribir doscientas veces “Nunca seré como mi padre. Él esta
enfermo” en la libreta escolar. Ella se tumbo en la cama y lloró durante horas.
Parecía que iba a inundar la habitación con sus interminables lágrimas e iba a
quedarse seca. Cuando mi madre se durmió, presa del sueño, salí del cuarto a hurtadillas.
Mi padre estaba en el baño, hablando con el espejo. Miraba a su reflejo y se
decía “Tienes que cambiar… Esto no puede ser así… Todo es por tú culpa…”. Cada
vez que estaba estresado mi padre se encerraba en el baño y conversaba durante
horas con su reflejo. Mi madre lo llamaba su “terapia barata”.
Mi padre nos abandonó esa misma noche. Se marcho de casa y se fue a vivir
con su amante al extranjero. Nos dejo dinero y una carta. En la carta se disculpaba
por lo que había pasado. Se disculpaba por que las cosas hubieran salido así. Y
a mí me decía que eligiera bien mi camino y que me olvidará de los prejuicios
de todos los que me rodearan, lo importante era yo.
Pasadas las semanas mi madre y yo nos mudamos del pueblo. Los rumores se la
comían viva y yo recibía más palizas que en mi vida. Comenzó a trabajar como
modista en una tienda pequeña de Madrid y a los quince años, cuando ella murió
por una neumonía, yo me trasladé a Barcelona.
El día que mi padre se marchó me dí cuenta de que la magia no me ayudaría
en mi vida y quise ser actor, interpretar cada día un papel, vivir una emoción
distinta... no quería ser quien era, no quería ser como mi padre. Eso es lo que
me pasaba. Tenía miedo a ser su reflejo. Convertirme en la imagen que él veía
al hablarle al espejo. Pero cuando mi madre murió acepte quien era y me liberé
de una carga que me estaba matando.
- ¿Estas bien Jaime? - me
pregunta Cristina con aire de preocupación. Enciende la luz del cuarto y mira
el despertador. Son las diez en punto de la mañana. Su visita a su padre se
retrasará unos días.
- Sí. Sí… eso creo. Solo que ha
sido una noche extraña. Solo eso... no tienes por que preocuparte.
- Jaime, ¿recuerdas algún truco
de magia? - me dice con una sonrisa
inocente y sincera.
- Sí. Aún recuerdo alguno.
- ¿Me harías uno ahora?.
- Vale. Me parece perfecto. Algo
de magia es lo que necesitamos ahora.
Hola!
ResponderEliminarQué bien, otra entra, así me gusta! jeje.
Ha sido super entretenida, me ha mantenido intrigada hasta el final, te lo prometo, me ha encantado.
Si te digo la verdad, la homofobia era uno de mis temas elegidos para mi próxima entrada porque me parece que se fundamenta en razones irracionales, fundamentadas sobretodo por las premisas más irracionales todavía engendradas por una iglesia hipócrita que se cree con todo el derecho de decidir qué es natural y lo que no...
Un besote y sigue escribiendo así de bien!
yaaaaa me he puesto al dia, por el momento jeje, bueno no se me ocurre mucho que decir... El tema es interesante y esta muy bien ecrito como siempre :) y me da pena el padre, lo trata tan mal, bueno y eso es todo por ahora, hasta la proximaaaa
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