Un canario en una jaula

 Cuando nos conocimos todo eran besos, viajes, sexo a todas horas y en todas partes, cenas románticas, risas, bailes y pasión, tanta pasión que siempre notaba mi estómago nervioso, por qué no sabía cuál sería mi próximo regalo, la siguiente caricia, la siguiente aventura.

Pero todo cambió un día. Empezó a actuar de forma celosa, a controlarme en todo momento, a decirme que ponerme, a elegir a mis amistades, a mirarme el móvil, a encerrarme en casa. Yo pensé que hacia todo eso porque me amaba. Decía que era suya y a mí me parecía bonito. Me recordaba al amor que veía en muchas películas románticas.

Cuando era pequeña mis padres se divorciaron. Yo nunca quise que eso me pasara a mí. Mi padre rehízo su vida, casándose con una mujer veinte años más joven que él, con la que tuvo mellizos. Mi madre se quedo conmigo y mi hermano. Volcó su frustración y pena en nosotros, y yo siempre tuve pánico de acabar como ella. Divorciada y amargada, pero principalmente, sola.

Yo sé que la primera vez que me golpeó fue por qué yo le molesté. Hablaba por los codos ese día, por qué me acababan de dar un aumento en el trabajo y estaba muy contenta. Y él, ensimismado en su periódico, no me prestaba la atención que yo le pedía. Así que cuando le quité el periódico me empujó al suelo, con la mala suerte de que me golpeé con la mesita del café y me abrí el codo de par en par.

Recuerdo que en el hospital me hicieron mil preguntas. Como si esa situación se repitiera en todo momento. Yo me molesté con el equipo médico. No me pareció que fuera forma de tratar a una paciente que sangraba sin parar.

Después de eso, todo fueron regalos, muchos te quiero, hacía la compra, limpiaba la casa, me cocinaba... Una amiga me dijo que estábamos en la fase de luna de miel y que mi relación era tóxica y violenta. Se lo comenté a él, como un chisme gracioso, él se enfado de nuevo y me prohibió verla. Acepté por qué no quería discutir y prefería dejarlo pasar.

Otro día se levanto con el pie izquierdo. Se pasó el día criticándome y después me folló en medio del pasillo, aplastándome contra la pared. Nunca me había sentido tan utilizada.

Luego empezó a controlar mi dinero y me forzó a dejar mi trabajo. Llego un momento en que pensé en el divorcio. Pero entonces me quedé embarazada y su actitud cambió, volvió a ser cariñoso y respetuoso conmigo. Me sentía tan cuidada. Tan amada.

Cuando la niña nació volvieron los abusos. Pero quise comprenderle. Padre primerizo, trabajando cuarenta horas a la semana, sin dormir por qué la niña no hacía más que llorar. Podía entender que estuviera de un humor de perros. Que me gritará. Que incluso alguna vez me pegará. Pero el día que le puso la mano a la niña encima algo cambió en mí. Y creo que por fin vi lo que decía esa amiga, que estaba en una relación dañina, y que si no lo cortaba, esa violencia nunca iba a acabar.

Ahora mi hija y yo somos libres. Libres de elegir qué hacer con nuestras vidas, sin que un energúmeno siga coaccionándonos y dirigiendo nuestro camino. Conseguí sacarnos de esa prisión que suponía nuestra relación, de esa jaula en la que nos tenía arrestadas. Ahora veo las cosas con una claridad que antes no tenía. Mi juicio estaba manchado por sus falacias e imposiciones, y el amor me tenía demasiado cegada.

Pero el problema es que no soy libre realmente y sigo teniendo miedo. ¡Cómo no lo voy a tener si cada día matan a más mujeres sus parejas y ex-parejas, como matan a sus hijos e hijas… Como nos matan a las mujeres y nos controlan!

Amaia apagó el televisor. El mensaje de esa mujer le había abierto los ojos. Se dio cuenta que su relación con Luis iba por el mismo camino. Cada día tenían más broncas y más problemas. Nunca le había puesto la mano encima, pero sí que le agredía verbalmente.

Sonia también había visto el mensaje de esa mujer en la tele y sintió lastima por ella. Por todo lo que había pasado. Pero no pudo contener juzgarla por haber estado en esa situación y no haber salido antes de ella.

Carmen fue asesinada por su marido mientras escuchaban a esa mujer contando su vivencia en ese programa de la televisión.

Hay que acabar con la violencia de género. Una lacra que contamina a nuestra sociedad y mata diariamente a miles de mujeres – Sentenció terminando su discurso.

Comentarios

  1. Amor, leo esto justo después de publicar el mío y qué tristeza :( aunque me ha dolido leerlo por lo real que es, me ha gustado mucho cómo has encarado el final, en el que se ve como varias mujeres reaccionan a la información que se ve en los medios, o lo que pasa en casa de las mujeres en las que ese canal está puesto en la tele encendida, no me lo esperaba, y me parece que te ha quedado redondo. <3

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el Mar Rojo?

Ensoñación (anti)capitalista

Una vida tatuada