La plaza

En la plaza del Royal Palace se encuentran siempre amigxs, parejas, compañerxs de trabajo, familias... y cada grupo tiene su historia. Yo estoy día y noche escuchándoles, realmente no tengo nada mejor que hacer. Necesito escucharles para poder escribir. Soy escritor y ahora me encuentro, como muy bien dicen lxs entendidxs, en un periodo de bloqueo. Me coloco enfrente de mi vieja máquina de escribir y no consigo nada, solo frustración. Así que ahora me paso todo el día en la plaza, escuchando las conversaciones ajenas de lxs turistas enamoradxs, de lxs amigxs enfadadxs, de las familias aburridas... y gracias a ello tengo material para escribir, no uno, si no tres o cuatro libros. ¿Me preocupa el tema moral del asunto?... la verdad, se me hacen chirivitas los ojos cada vez que pienso en todo lo que se me voy a embolsar con estos próximos Best sellers. ¿Y si hacen una película y todo? 

Debo de estar atento, las historias vuelan en esta bella plaza. La grabadora siempre encendida, para que no se me escape nada. Le doy al record y la magia se hace sola.

- Hola cariño. ¿Cómo estás? - le dice un hombre a una mujer. Entiendo que son una pareja de novios, ya que se besan con efusión desvergonzada. Los matrimonios no se besan de esa forma, si no que me digan a mí.

- Bien. Perdona el retraso, no me dejaban salir en la oficina. Bueno dime, ¿que es eso tan importante que no podía esperar a casa? - le dice ella ajustándose la bufanda. Hace mucho frío. En las noticias han dicho que nevaría, ya veremos si se da el caso. 

- ¿Vamos a un café y te cuento? - le dice él. Se le ve nervioso. Se retuerce un botón de la chaqueta con ansiedad. Uyuyui creo que le va a confesar que le ha puesto los cuernos.

- No cariño, no tengo tiempo. ¿Recuerdas que había quedado con mi madre ahora? Debo de acompañarla al médico – le dice ella con regañina.

- Cierto, no me acordaba… ¿Cuánto tiempo tienes? – le dice con preocupación. Ella mira su reloj y le señala con la mano que unos diez minutos – Bueno, ¿por donde empiezo?

- Pues por donde va a ser, por el principio – dice ella mientras se enciende un cigarro. Se la ve tranquila, supongo que no se esperará la que se le va a caer ahora encima. Lágrimas para mi novela, desamores, traiciones… cuanto jugo en una sola conversación.

- Cariño, me voy a cambiar de sexo – le dice él. Tiene esa cara de “me acabo de arrancar una tirita de cuajo”, como de gran tranquilidad después de un gran estirón. Ella le mira irresoluta, y le da otra calada a su cigarro. Rápida, limpia… lo tira al suelo y enciende otro.

- Rob, ¿me haces salir del trabajo para esta tontería? Siempre con tus absurdas bromas. Y yo que pensaba que por fin te me ibas a declarar. Dios, ¡estoy harta!

- Llámame Roberta – le dice él con serenidad – Y no, no es una broma Geles.

- ¡Eres un inmaduro! ¿A qué viene este cuento ahora? – le dice molesta – No tengo tiempo para esto. He salido del trabajo escopetada pensando que hoy era el día, que ya no podía aguantarlo. Estas semanas has estado muy raro, pero ahora me vienes con este cuento del cambio de sexo. ¿Qué fantochada es esta?

- No es ninguna broma Geles, es la verdad. Voy a someterme a una operación de cambio de sexo. He pasado el tratamiento psicológico y comienzo con la hormonación, y en uno o dos años podré someterme a una vaginoplastia.

- ¿Lo dices en serio Rob? – le dice ella conteniendo un grito feroz.

- Roberta – le corrige – y sí, esta es mi decisión.

- Pero, pero… ¿pero como es posible esto? ¿Desde cuando crees que quieres ser mujer? Por el amor de Dios, ¡si llevamos juntos cuatro años! Me has tenido tan engañada… - le dice ella. Llora, pero esconde su cara bajo la bufanda. Pego mi oído más que nunca, ¡esto es sublime!

- Lo siento Geles. No es una decisión que este tomando a la ligera. Es algo importante para mí. No soy feliz siendo un hombre, nunca me he sentido un hombre… y ahora lo tengo más que claro, me he decidido. He pasado todas las pruebas psicológicas pertinentes y ahora puedo empezar a hormonarme con dosis más fuertes.

- Eres un monstruo – le dice ella, y le golpea la cara.

- No Geles, soy infeliz. No podrás jamás sentir lo que yo siento. Sentirte preso en un cuerpo que no te corresponde. De verdad, siento mucho no habértelo dicho antes, pero esto no cambia nada… que me cambie se sexo no quiere decir que ya no te ame. Geles, yo de verdad te quiero, y espero que puedas seguir conmigo a pesar de esto.

- ¡Ni lo sueñes! ¿Crees que podré estar con alguien como tú? Lo primero de todo, no me gustan las mujeres, ¡me gustan los hombres! Un hombre que se amputa el pene… ¿Dónde se ha visto eso? Y lo segundo… me has mentido, me has engañado… ¿Cuánto tiempo llevas yendo al terapeuta o quien cojones te esté viendo?

- Un año – le dice él bajando la cabeza – Geles, lo siento con todo mi corazón. No tenía el valor para decírtelo… tenía miedo a tu reacción, tenía miedo a que no pudieras comprenderlo… que no pudieras aceptarlo.

- Y claro que no lo acepto. ¡Esto se ha acabado! – le dice empujándole – Y no me vengas después con que solo era una broma de mal gusto… ¡puta Roberta! – le grita - ¿Y usted que mira? - me dice ella colérica. A mí, que solo soy un simple espectador. Bajo la cabeza como quien no quiere la cosa. ¡Buah la grabadora está que arde! Es hora de narrar. 

Comentarios

  1. Por fin me lo he leído!!
    Tengo sentimientos conflictivos, me da pena el hombre que se quiere cambiar de sexo por como lo trata su novia, menuda bruja!! pero también es comprensible que se enfade...
    Quien no tiene disculpa es el tio escritor, que cabron

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el Mar Rojo?

Ensoñación (anti)capitalista

Chicago en llamas