Por un asesinato y seis piñas
Tú, si tú. Tú que me
estás leyendo. Quiero que sepas que soy el hijo puta más grande de todos.
¿Capto tu atención? Si la respuesta es no, aparta tus apestosas manos de mi
diario, y por favor… ¡no me violes! Si es que sí, me alegro, vas a ser
participe de la historia, mí historia, la cual está escrita con sangre. Yo
soy el carnicero más bestial de todos los tiempos. He acabado con gente, solo por
hacerme una simple macedonia de frutas.
Yo nunca quise matar a
nadie, pero le cogí el gustito. Primero fue ese vulgar y soez dependiente de la
frutería. ¡Él muy cabrón me quiso robar! ¡Me pedía tres euros por piña! ¿Dónde
se ha visto eso? ¡Ni que estuviéramos fuera de temporada! Así que, zas zas y
garganta rajada. Fue muy fácil. ¿A quién pretendo engañar? ¿a mi mismo o a
quien lea esto? Yo no lo hice… lo hizo un tipo que entró a robar el dinero de
la caja. Y como cómplice que fui, pues no tuve intención de detenerle (me cagué
en los pantalones, literalmente), recibí parte del botín. Las piñas, dulces y
doradas piñas. Con fuertes tallos verdes. Piñas de jugos claros, de olor suave
y de sabor… no lo sé, no tuve tiempo para degustarlas.
¡Dios! las piñas, las
ansiadas piñas para la cena de mi mujer. Tenía más miedo a la reacción de mi
mujer que al asesino, que de oreja a oreja me sonreía, con su sonrisa
desdentada, y acercándose a mí, me ofrecía no una, si no seis piñas, ordenadas
en una caja de cartón y salpicadas de sangre. Fue un momento curioso, la
verdad… ese frutero merecía morir. Vender mierda a precio de oro, no, eso está
mal.
Bueno, cuando llego la
policía, yo ya me había marchado de la frutería. Interrumpieron el cóctel de mi
mujer, jamás me lo perdonará, me puso tal cara de asco cuando se me llevaban
esposado. Hurto y premeditación al homicidio, de eso me acusaron. ¿Yo? Yo que
no había matado a nadie y que tampoco obligué a ese hombre a hacerlo.
Yo soy inocente, nunca he
matado a nadie. Bueno sí, una vez… a un pez. Lo sobrealimenté. Fue un error, mi
madre ya le había dado de comer. Lloré tanto por la muerte de glotón. ¡Oh mi
pez!… mi pequeño pez.
Esto es injusto, el verdadero
asesino está libre… y yo, aquí, encerrado en esta cloaca, llena de
barriobajeros barbudos, apestosos y mal nacidos.
Acusado y encarcelado.
Todo sin ningún sentido, “yo no he sido, esto es un mal entendido”, eso le dije
al policía. Él se rió en mi cara y me puso las esposas. Su compañero robo un
par de aperitivos, ¿y alguien hizo algo? ¡No! Esta ley es así de injusta.
Ya en el coche, los policías
se reían del caso y después en la comisaría, más risas todavía. Nunca me he
sentido tan insultado. La verdad, me ha dolido. Un miembro respetable como yo…
o más bien, un miembro que siempre ha pasado desapercibido, que paga sus
impuestos, que no se salta los semáforos, que recicla… y que un día, en un
incidente X, bueno, pongámosle nombre, en un asesinato, es el primero en salir
salpicado de sangre… al menos me alegro de estar vivo, pero creo, que en este
estercolero, no duraré mucho.
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Pringao,
¿qué coño haces? ¿Escribir una carta a tu mamasita?
Extiendo la mano y le paso mi
diario. Palidezco, no voy a salir de esta con vida.
Me gusta el toque comico que le has dado a la historia, el pobre hombre es algo patetico y con muuucha mala suerte, ser encarcelado cuando solo se habia llevado 6 piñas jajaja
ResponderEliminarAunque al final, lo van a matar por estar escribiendo un diario??