Manos invisibles
- Saleh ¡lo he
hecho!. Estoy en el aeropuerto de Saná y pienso coger el primer avión que salga
a Londres. Me voy a vivir con Amina ahora mismo – le digo temblando. Es una
mezcla de adrenalina junto a un pavor que cala terrible en mis huesos. Si algún
conocido de nuestros padres me ve por aquí la llevo clara, y él también, pues
es mi Wali y mi padre acabaría con
él, sería capaz de matarlo. Mi hermano, mi pobre hermano. Solo 16 años y
encargado de todas las mujeres de la casa, incluso de mi propia madre. Es vergonzoso
que mi madre, una mujer adulta, no pueda tomar sus propias decisiones sola, que
tenga que ser acompañada a cada sitio donde va, que no tenga ni pizca de
intimidad. Siempre con su hijo. Gracias a Mahoma que él nos da cuerda floja
para todos nuestros asuntos, es sensato y sabe que no somos unas niñas.
- Intisar,
¡vas hacer que nos maten!. ¿Por qué no has salido desde Adén? – me pregunta
preocupado. Sé que aprueba mi decisión, pero no el método escogido para ello.
- Por que tarde
o temprano se enterará y prefiero que se enteré así, que escabulléndome de esa
forma. No es mi estilo – lo sabe - Quiero que sienta vergüenza, si lo que le preocupa
es lo que piense la gente y no lo que piensa él mismo de mi o lo que yo quiero
para mi futuro, la lleva clara. Ya he aguantado demasiado, durante demasiado
tiempo. El honor no depende de mi comportamiento, de lo que haga o deje de
hacer, si no lo que la gente pueda murmurar. ¡Pues que murmuren! – grito
enfadada. Un par de azafatas me miran inquietas. Me colocó bien el niqab y respiro – Es injusto Saleh,
soy tratada como una niña y ya tengo 23 años. No he hecho nada con mi vida
durante 5 años, solo ayudar a madre con las labores de casa y poco más. Me
siento encerrada en una cárcel construida por mi propio padre. Una cárcel de
costumbres patriarcales, una cárcel de lágrimas y de pesar, donde los
sentimientos yacen invisibles en un corazón henchido de dolor. No quiero seguir
viviendo así, ya a penas me reconozco. Nunca tuve alas que me hicieran volar tan
alto como tú. Mi condición de mujer me invisibilizó para unas cosas y me condenó
para otras. Mis alas fueron cortadas de raíz al ver que nací hembra, fueron
torturadas durante años, doblegadas sin compasión y después de todo ello, cuando
pensaba que no podían ir más lejos con sus actos, las incineraron, escupieron
sobre ellas, incluso acabaron orinándolas, borrando cualquier resquicio de libertad
que quedaba en mi ser y cualquier migaja de amor en ellos por mí se desvaneció,
como el humo de un cigarrillo apagado.
- Lo se
Intisar, lo sé. Es injusto el papel que te ha tocado vivir.
- No, no me
avergüenzo de ser mujer, no quisiera otra cosa. Soy mujer, y feliz por ello.
Pero solo quiero que se me acepte como soy y que pueda gozar de las mismas
libertades que los varones. Y viviendo en Yemen jamás lo podré conseguir. En Londres
Amina es libre, siempre esta sonriendo. Ella es feliz. Sabes, yo también quiero
correr por la calle como hace ella. Ser respetada – digo lloriqueando – Pero
sabes que Saleh, incluso tengo miedo de ser feliz. No se si se me dará bien
después de todo esto.
- “Dale a un
muerto de hambre un mendrugo de pan y verás lágrimas de felicidad en sus ojos” –
me dice con ternura - Se tú misma Intisar y recupera esas alas que siempre te
pertenecieron pero que unas manos invisibles te robaron. Vuela, vuela a donde
quieras.
- Te quiero
Saleh. Siempre te querré.
(Inspirado en la novela gráfica “El coche de Intisar. Retrato de una
mujer moderna en Yemen”. De Pedro Riera & Nacho Casanova).
Hola!
ResponderEliminarVeo que esta vez te has decidido por el tema que más te gusta, la igualdad de la mujer.
Me ha parecido muy cortito la verdad pero interesante.
Bueno, coincido con lo que se ha dicho arriba, es un tema muy comun cuando se habla del tema de la desigualdad de genero.
ResponderEliminarY yo pregunto, cuando ella se esta explicando, de verdad hay gente que suelta todo eso?? Que si la carce, las alas, la libertad...??
Y que buen hermano tiene :)