La tejedora

Deben de ser las nueve de la mañana, pues el sol ha salido, fuerte y brillante, hace un par de horas. La cabeza me da vueltas, siento que mi cuerpo está, terriblemente pesado y entumecido. Tengo la ropa húmeda y petrificada por la sal. Si extiendo una mano, puedo deslizar mis dedos sobre la fina arena. Mis labios están secos y salados, me cuesta abrir los ojos, mi pelo negro, enredado, en un desordenado moño. Se que me encuentro en una playa, por que escucho el rugido de las olas, golpeándose contra las alargadas rocas, y mis pies se mojan, con el agua helada, que llega a la orilla, sinuosa y espumosa. Como puedo me incorporo, apoyando mis débiles manos en la arena, y estas acaban hundiéndose, como en el pringoso barro, que surge en los jardines y parques, después de las largas lluvias de otoño. Miro el mar unos instantes, y me quedo cautivada por las cristalinas aguas de Tenerife, pero de nuevo pierdo la consciencia, cayendo como una ligera pluma, sobre una flor en la naciente primavera. Sumida en un profundo sueño, me doy cuenta de que no recuerdo nada. Mi mente está vacía de todo tipo de recuerdos. Soy como un escritor frustrado, ante un papel en blanco.

Me despiertan los suaves labios de una mujer preocupada por mi vida. Ella me realiza el boca a boca, profundo, con fuerza, y da cortos golpes sobre mi pecho, hasta que vuelvo a respirar con asombrosa facilidad. Abro los ojos de golpe, al recuperar el aliento. Mis pulmones se llenan, del fresco aire de la costa, y observo como el viento agita sus delgados cabellos, regando mis mejillas de dulces caricias, sus largas pestañas, rozan mi rostro y sus labios, no se despegan de los míos, hasta pasado un buen rato, ya recuperado mi aliento. Es la primera vez que mis labios se juntan con los de una mujer. Su beso me ha devuelto a la vida. Y ha sido tan cálido, como el sol que torra mis pies desnudos.

Está mujer se llama Carathis. Y ha prometido darme un hogar, hasta que recupere la memoria del todo y tenga fuerzas para seguir mi camino. Aunque ahora todo es muy confuso para mí, no desconfío de está buena mujer, que no solo me ofrece un techo y comida, si no, que me ha devuelto a la vida, de una forma tan asombrosa, que ahora veo todo, con unos ojos distintos. Me siento como si hubiera vuelto a nacer.

Carathis vive cerca de la playa con su marido Fred. Viven en una antigua casa de madera, que era de los difuntos padres de Fred. La casa tiene dos pisos, un amplío porche y un pequeño ático, que Carathis usa de taller. Es como el templo de una diosa, con una gran máquina de coser, todo lleno de distintas telas, hilos, bolas de lana, objetos decorativos para sus diseños, etc. Ella se dedica a la costura. Más que una forma de ganarse la vida, su vida es la costura. Y aunque mucha gente piense que la costura no es algo de gran valor, es por que no han visto a Carathis crear vida con sus delicadas manos, pues es una verdadera artista. Hace cualquier cosa, desde pequeños arreglos, bordados y estampados, hasta diseñar elegantes trajes de alta costura. Pero sin duda, lo que mejor se le da, y en lo que se entrega, en cuerpo y alma, son con los tapices. Da gusto verla confeccionar tapices, sus manos habilidosas unen un sinfín de hilos, formando asombrosas figuras, los distintos tejidos se funden, formando un todo, en una perfecta harmonía. Es magnifica. Siento a Carathis como a mi maestra en la vida. La admiro con total devoción y creo que la amo, desde que me despertó con sus acogedores labios.

Sin embargo, Fred, es un hombre simple, de aspecto banal, que no dice ni aporta nada en la vida de Carathis, y ahora, en mi vida también. Se dedica a vender las admirables obras de arte, de su inigualable esposa, por todo el islote. Él jamás podrá aportarle nada.

Llevo viviendo con ellos dos, más de cuatro semanas, y aún no recuerdo nada. Mi mente es como la de un anaranjado pez, encerrado en una cristalina esfera, y mis recuerdos se escapan, como pequeñas burbujas eclosionando en la superficie final.

La bondad de Carathis aún me cautiva cada días más.

Me dedico a cocinar, cosa que se me da realmente bien, y a limpiar la casa. Y cuando termino todas mis tareas, observo a Carathis, en completo silencio, realizar sus trabajos, totalmente concentrada en su arte. Solo se oye el leve sonido de la aguja, traspasar las telas.

Entre Carathis y yo ha surgido una complicidad absoluta. A penas cruzamos palabras, pero se que le gusta que le observe mientras trabaja, todo lo contrario de su marido, que su simple presencia le altera cuando crea. Entre ellos, todo es gélido. Hace tiempo que su matrimonio se perdió en las profundidades de la isla.

Me fascina como me mira Carathis. Su mirada, incluso es más cálida que sus besos, y me arropa con halagos, con sus bellas sonrisas. ¡Oh Carathis!, si pudiera decirte todo lo que siento por ti… al final mis palabras, estallaran como misiles, y se escaparan de mi boca, como zumbonas avispas, hasta tus sensibles orejas, embelesándote, cada vez más, hasta hacerte caer rendida a mis pies. ¡Ojala lo consiga Carathis!. Pues te amo, y quiero volver a nacer de tus labios sabor a miel.

He descubierto a Fred mirándome mientras dormía. Ya son varias noches seguidas, que llega a altas horas por la noche, sube hasta mi cuarto y se sienta en la mecedora de madera de su abuelo, y me observa durante horas. Yo no se como reaccionar, me hago la dormida y no menciono nada a la mañana. Le preparo el desayuno, con total normalidad, le doy su periódico y le deseo un buen día, como hago siempre. Pero hasta Carathis se ha dado cuenta de cómo me mira durante todo el día. Su mirada lasciva penetra mi ropa, y sus ojos, se pierden, en la ilusa visión de mi piel desnuda en contacto con la suya. Cada día tengo más miedo de que Fred sacie sus deseos sexuales conmigo, pues sentiría que traiciono mi amor por su esposa y que ella, finalmente, me rechazara, por yacer con su marido. Mi inteligente maestra, mi alegre sueño, mi encantadora tejedora.

A veces me gusta observar a Carathis trabajar a escondidas. Me siento como una candida niña, mirando en las escaleras, la llegada del gordinflón de Santa Claus.

Finalmente sucedieron mis terribles pesadillas, y es que, mientras yo espiaba a Carathis tejiendo, Fred, apareció como una oscura sombra en la noche, y comenzó a acosarme. A él le enardecía tener a su mujer en la otra habitación y que ella no se diera cuenta de nada. Me tapo la boca, y con sus enormes brazos, me agarro todo el cuerpo. Sus gruesas manos peludas, palpaban mis senos, y su miembro, erecto, se intentaba introducir en mi interior. Fred susurraba en mi oído que yo debía aportar algo más en esa casa, que no solo podía cocinar y limpiar. Que debía saciar sus caprichos. No lo aguantaba más, mordí su monstruosa mano y grite. Se rompió el silencio sepulcral que reinaba en el taller de Carathis. Está, salio de la sala, sabiendo exactamente lo que estaba ocurriendo. Me miro primero a mí, envuelta en lágrimas, sintiendo una terrible decepción de su parte, y luego a él, con el pene flácido y deforme, y una sonrisa bobalicona, que creía que iba a salvarle el pellejo. Carathis no quería mancharse las manos de sangre, por eso me miro a mi. Y con su firme mirada, sobre mis hombros, empuje al corpulento gorila por las escaleras, y este se quedo en el suelo inmóvil. No había muerto, pero el golpe lo dejaría atontado durante unas horas. Tiempo suficiente para convencer a Carathis para que huyera conmigo.

Carathis me ayudo a vestirme y me abrazo con ternura. Cerré los ojos y recordé ese beso que me despertó en la playa. Ese beso, que se me antojaba ahora más que nunca, y cuando volví a abrir los ojos, Carathis, unió sus labios con los míos y volvió a revivirme, como la vez pasada, pero esta vez, proseguida de un oleaje de recuerdos, devueltos intactos a mi memoria.

Comentarios

  1. Hola!
    Que alegría que hayas podido sacar tiempo para escribir una nueva historia, como siempre, sorprendente y admirable, aunque me he quedado con la duda de saber porque había perdido la memoria y cuando la protagonista se escapa con Carathis y esta le da un beso, empieza a recordar, ¿exactamente q recuerda?
    Bueno gracias por responder mi anterior pregunta, solamente decirte que si todas tus historias salen de tu imaginación la verdad es q tienes una imaginación muy buena y me parece perfecto que le saques probecho y por otro lado decirte que tú también llenas de vida mi blog, si no fuera por ti lo de publicar entradas para no poder recibir ninguna opinión, me entristecería bastante, en cambio, teniendote a tí se perfectamente que puedo contar contigo y eso te lo agradezco mucho.
    Un besote!

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  2. bueeno aki estamos otra vez
    mmm....me kedado en blanco jejeje
    a ver, lo que mas me gusta de tus historias son tus descripciones, lo describes todo con esas palabras tan poeticas, y es cierto q tienes una graaaan imaginacion, a mi jamas se me ocurririan cosas asi
    aces un gran trabajo
    sigue asi!!

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  3. Hola!
    Gracias por responder mi comentario pero eso no era lo q quería saber, lo q te preguntaba era que es lo q recuerda la chica de la playa cuando le da el beso Carathis, ¿es q ellas ya se conocían?
    Bueno pues si quieres leer algo nuevo en mi blog pasate porq hace poco que publiqué una entrada.
    Bueno pues solo me queda decirte que esperaré a tu próxima entrada.
    Hasta luego!

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  4. Hola de nuevo!
    Veo que opinas igual que yo, jeje, yo también pienso que la humanidad es triste, almenos tal y como la hemos creado, lo ideal sería que hubieramos evolucionado en armonía con la naturaleza, pero tal y como avanzan las cosas lo único que se puede pedir al mundo entero es lo q tú dices, conciencia del 100% para hallar soluciones y dejar tranquila al pobre planeta.

    En cuanto a la respuesta de tu relato, ahora lo entiendido mejor, es que me dió la sensación q en el momento en que ellas dos se besaban, la chica de la playa recordó que antes ya la conocía.

    Te puedo hacer una pregunta indiscreta :D ¿qué estudias?
    Bueno gracias por tu comentario, me encanta tener notícias tuyas.
    Un beso.

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