Lima

Roberto, desde temprana edad, ha sido una persona muy peculiar. Se pasaba horas a solas, a oscuras, bajo el escritorio de su cuarto, dibujando en su cuaderno de cuero rojo, gozando de la soledad, como un buen poeta. Sus padres, al observar el extraño comportamiento del niño, y con la intención de cambiar su carácter, a uno, algo más vital, le regalaron una pequeña perra, de piel amarilla, a la cual bautizaron con el nombre de Lima.

Roberto y Lima iban juntos a todas partes. Al parque, al río, a la playa, a la calle, etc. Jugaban a todas horas y Roberto se transformo en un niño mucho más feliz, ¡hasta su piel cogió otro color!, y desde entonces siempre estaba riendo.

Los padres de Roberto murieron un año después, en un accidente de avión, y este se quedo huérfano con doce años. Roberto se fue a vivir a Galicia, con sus abuelos paternos y Lima. Tras la muerte de sus padres, Roberto se aferro al cariño y la lealtad de su pequeña perra amarillenta, a la que trataba como a una hija. La sentía como parte de su sangre. A los dieciséis años, se marcho de casa de sus abuelos, por el ahogo que le causaba su familia. No conseguía soportar ese entorno repleto de vejez, así que se fue a vivir a Barcelona, y tras cinco años de fracasos, en la ciudad de Gaudí, el joven regreso a Galicia, a un pequeño caserío, blanco y marrón, cerca de casa de sus abuelos, donde se dedico a la pesca. Los años pasaron y Roberto seguía, como un niño, agarrado al amor de su perra envejecida.

Pero todo cambio el día en que conoció a Paula, a sus veintiocho años, encontró al desafío de su vida, sentada junto a la orilla de un río verdoso, sola, escondida entre unos arbustos, con la mirada perdida, en un punto fijo de esas aguas sucias. Le recordó tanto a él cuando era pequeño. Sus ojos reflejaban la amargura de la soledad, la tristeza de una corta vida y la injusta realidad. Él quería transmitirle la felicidad que él sentía en su vida.

Paula le ayudo a buscar a Lima, la cuál había sido atropellada por un viejo borracho, que conducía, dando tumbos, por el grisáceo asfalto. Lima, huyo dolorida, cojeando con sus huesos ajados, hasta la profundidad del bosque, que parecía encantado. La perra se había escondido tras un enorme helecho seco, y sus desgarradores llantos fue lo que guiaron a Roberto hasta su diminuta tusa.

Roberto, cogio en brazos a su apreciado can, y beso su frente con tremendo cariño, y se marcho, con la promesa de que se volverían a encontrar al día siguiente, en ese mismo río, y él le mostraría, todas las maravillas que nadie conocía de la bella Galicia.

Paula, cautivada por sus ojos azules y su voz viril, volvió al día siguiente, pero este no apareció, y ella se quedo sola, sumida de nuevo en el profundo río, cada día más sucio. Decidió volver los días siguientes, para haber si tenía más suerte, pero Roberto no aparecía. La joven se sentía traicionada, después de toda la ayuda que ella le había dado para encontrar a esa pútrida perra amarilla, este se lo agradecía de esa ruin forma. Pero, finalmente, un día él apareció, con su fiel perra al lado, recuperada totalmente del accidente, y se disculpo durante horas, por no haber aparecido días atrás, pero había tenido que estar junto a su perra, pues el accidente la había dejado muy débil para acompañarle en su cita.

La joven Paula olvido su enfado y caminaron todo el día, por lugares maravillosos, con la compañía de la inquieta Lima, que correteaba, posesiva, junto a su amo, cada vez que está intentaba darle la mano. Paula se sentía viva al lado de ese maravilloso hombre. Sentía que se había enamorado, y sus dulces palabras se hundían en sus oídos, conmoviéndola tanto, que quería fundirse en sus desconocidos labios.

Pasaron los días, y sus encuentros se hicieron más intensos y continuos. A Paula le rabiaba la idea de que a cada lugar al que iban, la perra les tenía que seguir. Comenzó a sentir celos de ese achacado animal. Sentía que Roberto y Lima, tenían una especie de relación enfermiza, pues ella no conocía a nadie, en su sano juicio, que quisiera tanto a un animal, y eso que ella también había tenido varios animales desde pequeña. Odiaba esos mimos persistentes, esas caricias que solo le correspondían a ella, esos halagos que florecían de su boca, y nunca iban dirigidos a ella. De todos modos, Paula, se fue a vivir con Roberto cuando este se lo pidió, mientras calmaba los ladridos de Lima mientras ambos hacían el amor, y ella oculto perfectamente su desprecio hacía esa perra color limón. Pero de todos modos, cada mañana, pensaba mil formas de apartarla de sus vidas, pero no quería perder a Roberto, ya que por fin una relación le funcionaba en su vida y conseguía ser feliz. La perra les había unido y la perra no podía separarles.

Una lluviosa noche, Roberto llego a casa cansado del duro trabajo, y Paula le esperaba desnuda en la misma entrada de su hogar. Este no pudo evitar lanzarse sobre su cuerpo, como un león hambriento, y le hizo el amor, salvajemente, en el suelo. Cuando acabaron Paula se fue a la cocina, a terminar los últimos preparativos de su sorprendente cena y este se fue a dar una cálida ducha.

Roberto se paseo por la casa, en busca de su perra, pero no la encontraba. Preocupado se dirigió hacía Paula, que le esperaba en el comedor, con una mesa llena de suculentos platos. Este se sentó y comenzó a devorar rápidamente la sopa que tenía frente a él, y se sirvió dos buenos trozos de carne, de la bandeja de plata.

- Paula, ¿sabes donde está Lima?, ¿se ha vuelto a esconder bajo la cama asustada por la lluvia? – preguntó mientras limpiaba los restos de la salsa, que acompañaban la carne, con un buen trozo de pan – Me ha parecido muy extraño que no viniera a saludarme al llegar a casa. Y además… ¡ya sabes como se pone cuando hacemos el amor! – dijo Roberto con una sonrisa en sus labios.

- Lima está muerta. Ha sido más sencillo que matar a un pollo – dice Paula orgullosa. Roberto la mira incrédulo. Esta toma una cucharada de sopa – La he matado con mis propias manos, la he troceado, la he desmembrado, y he preparado esas finas chuletas que estas comiendo con su carne, y aproveche sus huesos para hacer esta deliciosa sopa – dice Paula, con una mirada tranquila y calmada, sorbiendo otra cucharadita más de la humeante sopa.

Roberto no puede creerse las palabras de Paula. Se ha quedado alucinado. Mira su bol de sopa vacío y los filetes, sangrientos, casi terminados sobre su plato.

- Cariño, lo he hecho por ti y por mí. Lima ya era muy mayor, e ibas a pasarlo muy mal con su muerte, y mejor que muriera en mis manos, que se la llevara la vejez a la tumba – dice Paula - Además, ahora la tienes dentro de ti. Sientes su sangre fluyendo por tú cuerpo. ¡Jamás nadie habría echo algo tan bonito por ti! – dice Paula mientras se levanta y se dirige hacía él.

Roberto sigue paralizado y levanta su mano, limpiándose los labios manchados por la sangre de la vieja Lima.

- Amor. Ahora no hay nada que nos separe. Ambos sentimos lo mismo en nuestro interior. Estamos los dos juntos, solos – dice Paula, sentada sobre las rodillas de Roberto, y meciendo su cabeza, apoyada sobre su pecho, mientras acaricia su cabello.

Roberto no tiene palabras para lo sucedido y cierra los ojos, intentando recordar a su fiel y pequeña Lima. Se levanta de golpe, enfadado, y le da un furioso puñetazo a Paula en su fina cara. Está se queda tumbada en el suelo, esperando a que este recupere el aliento y le de las gracias. Roberto vuelve a sentarse con calma, y coge toda la carne de su perra y lo que queda de sopa, engulléndolo bajo un mar de lágrimas, queriendo sentirla viva, por siempre jamás.

Comentarios

  1. ¡Hola de nuevo! como ves me estoy poniendo al día en tu blog, por eso solo me falta comentar esta entrada.
    Me gusta tú forma de escribir ya que introduces en tus historias varios temas, aunque en la mayoría destaca la muerte, pero lo mejor de todo es que consigues q el lector se haga una idea de todos los acontecimientos para después sorprenderlos, y eso me encanta, aunq el final de la pobre Lima me ha horrorizado pero lo q más me ha aterrorizado es: 1º la locura de Paula y su estúpida idea de que la perra era una rival para ella y 2º que Roberto a pesar de saber q era su perra, continuara comiendo, ¿con eso quieres dar entender q la sorpresa y la excusa que le da ella para explicar la muerte de la perra le gustó a Roberto, es decir, eso de sentirla dentro de él?
    Sigue así, hasta lo próxima!

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  2. Esto es muy tenacitas...primero nos cuantas la relación zoofilica que tiene con su perrita color limón, hasta el punto de que este hombre tiene aroma a perro, bueno perra....^^
    No esta mal...te sales un poco de tu rollo en esta historia,. pero como no le das un matiz de pasión desenfrenda y salvaje
    BENE , BENE! :D

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  3. Esther.... tus historias me ponen los pelos de punta, y siempre acabo pensando ke dentro de ti tienes a una psicópata, por eso no leo tus historias xD...
    En fin, la historia me ha gustado... pero tu sabes ke yo soy más de pastelazos y finales felices... jajajaja
    Pero aún así tí sigue escribiendo ke lo haces muy bien!
    Besikoos tellinitaaa

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  4. bueeeno al final se me olvido comentar jejeje ¬¬ pero bueno ya lo abamos en persona no?? esto solo es para dejar constancia

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