Hojas secas

Stuart Green está como en un estado de trance, mientras mira el árbol del jardín, de la casa de su difunto abuelo. Es otoño. Las hojas roídas del árbol comienzan a caer, y todo su esplendor rojizo, que alcanza en primavera, se ha secado, dejando ver el escuálido cuerpo del árbol desnudo.

Stuart tiene 36 años. Está casado con Marie, de 22 años. Trabaja en un pequeño banco de Leeds, en la sección de ingresos y pagos. Marie está terminando la diplomatura en repostería, pastelería y panadería. Desde los cinco años que llevan juntos, Stuart ha engordado 16 kilos, lo que hace una medía de 3 kilos y 20 gramos por año. Marie, sin embargo, mantiene de forma excelente, la idéntica figura que tenía desde que se conocieron.


- Stu. ¿Estás bien? – dice su esposa mientras entra el comedor con una bandeja, de plástico transparente, con un pastel de fresas y té. Comienza a servir dos tazas del humeante té verde.

- Si Marie. Estoy bien. Solo estaba pensando todo lo que he vivido en está casa. He pasado muchos veranos de mi infancia, a solas, con mi abuelo en está casa. No volvía aquí... – reflexiona un momento – desde los 12 o 13 años, cuando nos mudamos a Inglaterra, y ya no volví a ver a mi abuelo nunca más, hasta ahora – dice cogiendo un gran trozo de pastel de fresas y dándole un buen mordisco. La leche condensada del pastel cae sobre sus pantalones marrones. Lo limpia con la mano y se chupa cada uno de sus rechonchos dedos haciendo un ruido muy molesto. Como un zumbido.

- Ha pasado mucho tiempo cariño – da un sorbo al té y sigue hablando – Sabes… Nunca me has hablado de la relación que tenías con tú abuelo. Siempre me ha extrañado mucho que no me contarás nada de él. Siempre he tenido la impresión de que no le tenías demasiado aprecio. ¿Comprendes lo que te quiero decir?. No me mal interpretes. Pero no se, ¿era bueno contigo?, ¿os hizo algo a vuestra familia para no querer saber nada de él?. Ha sido muy chocante ver que en el entierro solo estábamos nosotros dos – dice mirándole con unos ojos tristes.

- Sí… bueno… ¡no! – exclama - No se que decir. Mis padres me metieron en la cabeza que no era un buen tipo. Pegaba a mi abuela desde que se casarón – se nota un silencio incomodo en la sala. Marie pone cara de disgusto al oír las palabras de Stuart – Y cuando está murió, de cáncer de colón, mi abuelo se quedo tremendamente solo. Mi padre no quiso saber nada de él, cuando murió mi abuela, pues ya no tenía excusa para ocultar la repulsión que tenía hacía su padre. Nunca me ha dicho por que lo odia tanto, y mi madre siempre me ha dicho que es cosa de mi padre y que no me entrometiera en esos asuntos. Así que, me dejaban ir a visitarlo en las vacaciones solo. Yo por aquel entonces tendría 7 años – añade Stuart – Mi abuelo se convirtió en un hombre más serio, bastante reservado y con muy mal humor. Bebía mucho, pero era por que echaba de menos a mi abuela. Y se sentía culpable de no tenerla cerca. Siempre estaba echándose la culpa de su muerte. No se… tenía peor carácter con todo el mundo, eso lo reconozco. Pero conmigo se comportaba muy bien – afirma Stuart. Lo dice de tal forma, que parece que intente defender la figura de su abuelo - Sabes… no he parado de recordar, durante todo el viaje en el coche, el tiovivo de Wexford, donde mi abuelo me llevaba todos los años en primavera. Siempre me parecía mágico esos momentos en el tiovivo. No paraba de reír. Y muchas veces bajaba mareado, pero lleno de emoción por volver a dar otra vuelta. No me cansaba nunca. Mi abuelo me miraba, sentado en un banco, y yo siempre le saludaba como un loco, perdiendo el equilibrio en cada vuelta. Luego compraba una bolsita de alpiste y se lo dábamos de comer a los pájaros de la zona.

- Tesoro. No dudo que tú abuelo fuera un hombre bueno. Tendría sus cosas, como todos. Además, te debía de querer mucho. ¡Te ha dejado la propiedad de está enorme casa!. Ahora tenemos una casa en Irlanda. Podremos veranear aquí todos los años. Incluso en navidad. ¡Imagínate que bonito quedaría todo el jardín lleno de nieve!. Llenaremos la casa de luces brillantes – sonríe Marie. Intenta que Stuart vea lo positivo de la situación.

- Si. Será fabuloso – dice Stuart con la voz apagada.

- Necesito estirar un poco las piernas, Stu. ¿Quieres venir a dar un paseo?. ¿Podrías llevarme al tiovivo que decías antes? – dice ilusionada Marie. Le ha fascinado la historia del tiovivo.

- Ahora no Marie. Quiero descansar un poco. Creo que me acostare un par de horas, Me gustaría estar solo un rato. ¿Podrías volver en un par de horas y prepararme ese cordero con pasas y avellanas que me vuelve tan loco? – dice Stuart.

- Claro mi amor. Iré a comprar los ingredientes ahora y daré un paseo por la zona. Así voy tanteando el terreno. Volveré en un par de horas, y te despertare cuando este lista la cena. Tú tranquilo. Descansa. Ha sido un terrible golpe para ti.

- Gracias Marie. Eres la mejor – dice Stuart con media sonrisa.

Marie recoge los platos y las tazas de té y sale del comedor. Stuart oye como deja correr el agua para reblandecer la suciedad de los platos, y luego poder limpiarlos mejor. Coge el abrigo y se marcha de la casa. Está atardeciendo. El sol brilla con fuerza y el árbol del jardín brilla en su propio esplendor. Stuart vuelve a hipnotizarse mirando el árbol. Intenta no caer en los recuerdos, pero no consigue evitarlo. Son demasiado fuertes para él. Pensamientos que no quería volver a tener rondando por su cabeza y que había borrado con fuego y lágrimas durante mucho años, para poder volver a ser feliz.

Estaba sentado, en un viejo y polvoriento sillón, en la penumbra del comedor. Estaba completamente desnudo. En su mano tenía una copa de brandy y fumaba un puro. Stuart no podía ver nada, solo veía un punto rojo, cada vez que su abuelo le daba una calada al dichoso puro, que tanto le molestaba. Odiaba el humo, y más en una habitación cerrada. Su abuelo estaba borracho y parecía que le costaba hablar.

 - Stuart. Vamosss a jugar a un juego. Un juego sssecreto… que no le podrásss contar a nadie – dijo su abuelo, dejando el puro en un cenicero de arcilla echo por Stuart.

- ¿Por qué no se lo podré contar a nadie abuelo? – dijo Stuart inocentemente.

- Por que es un juego prohibido. Un juego sssecreto entre nosotros dosss, que nadie más entendería. ¿No te gustan los secretosss? – dijo su abuelo, sabiendo que el niño picaría con ese comentario.

- Sí, si. ¡Me encantan! – exclamo Stuart, llenándose la cara de una magnífica vitalidad.

Stuart sabía que días iba a jugar a ese juego con su abuelo. Cuando su abuelo parecía deprimido, se pasaba horas a solas en el comedor bebiendo, Stuart sabía que su abuelo le llamaría, con su voz ruda y ronca y le diría que era hora de jugar a su juego secreto. Primero su abuelo se dedicaba a mirar, lo que le pedía a Stuart que hiciera, y más tarde comenzó a participar en sus deseos. Le prohibía que él le tocara, pues era él, su abuelo, el que se encargaba de poner las reglas. Siempre jugaban en dirección al árbol del jardín, y Stuart se dedicaba a mirarlo durante todo el rato. Sus ojos, se clavaban, como alfileres, sobre cada hoja del árbol.


Stuart abre los ojos, repletos de lágrimas, y sin flaquear un solo momento, sale de la casa y se dirige a su coche. Abre el maletero y coge un bidón de gasolina y busca en la guantera, un mechero. Camina lento, hacía el árbol del jardín de su abuelo. Una vez, frente a él, se queda parado un momento. Aguarda el instante oportuno y desquiciado, lleno de una furia irreparable, lo rocía de gasolina entero. Enciende el mechero, y lo tira sobre el montón de hojas secas que están sobre las raíces del árbol. Stuart se queda quieto, rodeado de llamas salvajes. Queriendo quemar las raíces de sus recuerdos. Pero es inevitable, y el tiovivo de su memoria sigue girando.

Comentarios

  1. nueva historia eh? parece q ya vas cogiendo el ritmo normal jejeje
    por alguna razon me a parecido una historia extraña no se porq me da esa sensacion a saber q me pasa por la cabeza jejejejeje
    bueno como siempre esta muy bien se te da genial eso de escribir jejeje cada vez q comento se me ocurren menos cosas q poner y me repito jeje
    bueno ya
    asta la proxima

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  2. Primer comentario: X DIOS CAMBIA EL COLOR de link Q NO ME VEO XA COMENTAR!! jajaja
    ^^ Queriendo quemar las raíces de sus recuerdos. Pero es inevitable, y el tiovivo de su memoria sigue girando. Uf! que puesta en situación!
    Espero ya el próximo. =)
    Oye tu word te juega malas pasadas xq te pone acentos donde no tocan: párrafo 5 4ª linea: contarás. Luego hay un "casarón" y un "está murió" jaja lo digo yo la reina de los "MSO" q al final cambiaré la tecla de sitio y todo ^^
    Un besito cielo.

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