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Mostrando entradas de julio, 2015

Pelo

La barba se extendía rápidamente por todo su cuerpo. Primero fue su cara, deslizándose por su cuello. Pelo salía de sus orejas, nariz e incluso su boca. Pronto se quedó ciego. Pequeños pájaros anidaron dentro de su extraña marejada de cabellos. Su cuerpo, un paraíso de vello salvaje. 

Amistad

El muñeco espera todo el día la llegada de su amiga. Esta tumbado sobre la almohada, mirando el techo, sin saber que hacer. Ocho horas sin ella, sin poder olerla, sentirla, quererla. Lo único que puede hacer es enredarse en pensamientos que le aterran. ¿Y si no vuelve a casa? ¿y si no le abraza esa noche porqué comparte la cama con otro? Llora desconsolado, pues la necesita cerca. Oye ruidos, es ella. Se abalanza sobre la cama, a su lado, y suspira cansada. Ha tenido un día largo. El muñeco la siente cerca pero a su vez muy lejos, demasiado lejos. Extiende sus brazos, pero no llega  ella. Le duele su corazón de felpa. Ella cierra los ojos y respira tranquila. Lo busca a ciegas con sus manos, y lo agarra con delicadeza. Besa sus labios y lo abraza. Lo alza con sus manos y le sonríe con ternura. El muñeco se siente vivo, feliz. Lo lanza y lo recoge varias veces. La habitación se llena de sus risas, carcajadas y bellas sonrisas. Lo coloca en su pecho y le susurra al oído un suave te quie

(En)sueños

Imagen
Explorando el deseo de habitar otras tierras, el gato cogió su auto y partió al ritmo de la aventura. Asustado al principio, quizás algo oxidado, pero finalmente brioso por comenzar su nueva vida. -          ¿Qué hace el gato? - pregunta inquieta. -          Soñar, supongo – dice pasivo sin levantar la mirada del ordenador. -      Ójala todo fuera tan sencillo – dice rascándole el abdomen al gato. Sus quimeras nunca se cumplieron, se evaporaron como el agua que cuece la pasta en este mismo instante y se esfumaron como el humo que tropieza con las aspas del ventilador. -          ¿Qué decías? -          Nada – esconde su cabeza junto a la del gato y besa con sus lágrimas su pelo azabache. La vida no cambia si no lo deseas. Ella intenta sumergirse en los sueños de otro sin querer ver los suyos. 

Milhojas natural

La hojarasca cubre la base de este delicioso pastel, nutriendo la tierra que da vida y crea. El rocío de la mañana entierra las delgadas capas de hojas amarillas, que quedan dispuestas en el bosque como una crujiente alfombra. El fango es la salsa, que da consistencia a la mezcla. Y a veces, en invierno, todo queda espolvoreado por una fina y elegante nieve. Solo queda presentarlo con un ramillete de color verde y unos arándanos salvajes. La naturaleza, en todo su esplendor, un plato para los comensales más briosos.  Microrelato recogido en el libro Buffet Libre en la sección de "Los postres". Libro realizado por el Colectivo de escritoras/es Valencia Escribe

Reminiscencias

¿Por qué interrumpes en mi cabeza constantemente? Te cuelas como una ráfaga de aire por cada grieta de mí ser. Te encuentro paseando por mi cerebro, tocándolo todo, mezclando mis recuerdos. Ahora pienso que te extraño. Que te necesito. Desbarajustas todos mis planes. ¿Cómo has llegado a ser tan importante para mí? Te tumbas sobre mi sesera, ¿esperando qué? No hay reflexión que valga, solo estás ahí, constantemente en mi mente, en mi boca, en mi cuerpo. Has dejado huellas en mis brazos y mis piernas, con cada una de tus agresivas caricias. Luego inundas mi testa con tus imágenes y mi garganta con tu nombre. Cierro los ojos y allí estás tú, sonriendo. Me gustas, no lo puedo remediar, pero por favor, deja de cegarme con tu encanto. Me llevas directa a la locura. ¿Me acompañarás? 

Montaña rusa

- La vida es como una montaña rusa, ¿no crees Adam? Da vueltas, te lleva por distintos caminos, donde ves como pasa el tiempo, rápido y otras veces demasiado lento. Te asustas, te diviertes, pero todo acaba – dice apretando el gatillo sobre su testa. Una mancha sanguinolenta pinta la pulcra pared. 

Confesión

Siempre intento hacer lo correcto. No destacar demasiado, ser buena estudiante, hija, pareja y amiga. Llevar a mi perro a pasear tres veces al día, llamar a mis abuelas de Nueva Zelanda todos los domingos y dar comida en un centro social todos los fines de semana. Me dicen que no cometo riesgos, que soy reservada y tranquila. A veces me llaman muermo. Estoy harta de esta mascara de mujer dócil, buena y apagada. Hoy me tiro a ese, el del final de la barra, con su barbita arreglada y con esa camiseta ajustada color salmón. Mañana ya será otro día y si eso me confieso y listo. Mi madre siempre dice que si me arrepiento de verdad Dios me perdonará. Necesito sentirme viva, y este chupito solo ha hecho que calentar los motores de mi ansiada libertad y locura. El tipo me mira a los ojos, directo y me enseña su adorable sonrisa. Me da a mi que el “arrepentimiento” no llegará de momento, quizás mañana, pero con un traje de remordimientos y resaca. 

La batalla

Todo empezó como una estúpida pelea que desencadenó en una interminable batalla. Los cuerpos nadaron por la arena, colisionando una y otra vez, mostrando su fuerza, valor y espíritu de victoria. Bajo la noche estrellada decidieron poner fin a ese juego de locos, de niños atontados. Uno sobre el otro sustituyeron los bajos golpes y los mordiscos viperinos por caricias y besos, con un único testigo, el mar, que asombrado comenzó a agitar sus olas, fuertes y vibrantes, como sus cuerpos, que sustituyeron sus quejidos por jadeos.