Hormiga plateada y el pájaro más negro
Sólo puedo pensar en esos ojos negros. De su boca ni un hálito de esperanza. Revoloteaban las moscas sobre su cuerpo ya putrefacto y esos pájaros tan bellos y negros rompían las oscuras nubes con su danza mortuoria. Su cuerpo se veía menudo, en una postura de paz, pero a su vez de tortura. Blancos gusanos le salían por sus orejas puntiagudas y de su boca, una fila de hormigas plateadas bajo la luz de la incipiente y alejada luna. Yo sólo fui capaz de llorar confusa, de abrazar su delgado cuerpo y sentir sus huesos rotos en mis brazos, astillados y helados, completamente partidos, troceados y olvidados por sus músculos que yacían colgantes como pellejos sin piel. Luego limpie sus profundas heridas, removiendo un amasijo de carne sangrienta sin sentido alguno y no cese de besar sus labios fríos, con la demente y falsa ilusión de que alguno de esos besos fuera respondido o que me condujera lejos de ese lugar azotado por la mano de Dios, por su ira y rabia absoluta...