Pegando tiros al mar
De nuevo me encuentro en la playa desierta y fría. Esta a punto de amanecer. El sol brilla con fuerza y sus rayos son más cálidos que nunca, clavándose en mis huesos delicados. El mar presenta una calma confusa que me agrada. Me siento sumido en un trance del que no quiero librarme, escuchando al mar golpear la arena, los cantos de las gaviotas que vuelan hermosas y la brisa que me rodea airosa. Percibo la fría arena entre los dedos de mis pies, sacudiéndome un escalofrío muerto que me perturba por un instante. Saco un pequeño revólver del bolsillo de mi pantalón blanco. Me quedo perplejo. Es la primera vez que veo un arma y la primera que sostengo una entre mis manos escuálidas, y lo extraño es que la siento propia y tan cercana, que incluso comprendo su magnificencia y poder. Y aunque no se de donde sale ese utensilio metálico, cargado de balas ponzoñosas que rajan iracundas el bondadoso viento, se lo que debo de hacer nada más abrazarla entre mis finos y huesudos dedos. Apunto f...