Guantes de seda
- La última vez que estuve con Julieta fue hace dos noche. Esa noche se ha clavado con mil alfileres en mi memoria, recuerdo cada detalle como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Julieta llevaba un vestido ligero, negro, con encajes transparentes en los dobladillos, un delicado chal color vino, esas sandalias que me vuelven tan loco, con alto tacón de madera, y su carmín de siempre, de intenso color sangriento. Llego con la sonrisa tímida, cubriendo sus relucientes dientes, la mirada esquiva, atenta más a las góndolas de las calles, que a mí. Eso me molesto mucho, pues hacía tiempo que no nos veíamos, y yo esperaba que se abalanzara sobre mí, y yo pudiera cubrir su delgado cuerpo con mis brazos, sintiéndola cada vez más cerca, protegiéndola, pues es mi pequeña, y yo, quería amarla como nunca. La lleve al restaurante más caro de Venecia, a Il sogno degli amanti, pues tenía mucho por lo que disculparme con ella. Pedí una botella de Pinot Grigio, pasta con salmón, ensalada de mariscos ...