La cruz en medío del desierto
El verano en Arizona es insoportable. Un calor extremo azota las calles y el aire, seco y caliente, ahoga a sus gentes. Es domingo, y como tal, Steve prepara todo lo necesario para la misa. Primero, se asegura de que hay suficiente vino y hostías para dar la comunión y enciende todas las velas del pulpito. La luz entra filtrada, llena de colores, por las cristaleras de la iglesia. La sala se mantiene fresca, gracias a los altos pilares de mármol rosado. Se viste, con la ayuda de varios monaguillos, y reza un par de oraciones antes de salir. Los primeros feligreses entran en la pequeña y, única, iglesia del pueblo. Se santiguan, en fila, bajo la mirada del Cristo en la cruz. Un hombre, con camisa a cuadros, roja y amarilla, y tejanos azules ajustados, entra, silenciosamente, en la iglesia. Sostiene una bolsa de deporte negra, con fuerza, con sus grandes manos. Lleva gafas de sol, con montura metálica verde arenoso. Los cristales son opacos, y nadie puede ver sus ojos. Nadie lo conoc...