Oráculo de eternidad
Y de golpe
te das cuenta de que tu vida es una absoluta y pegajosa boñiga. De casa al
trabajo, del trabajo al supermercado, del supermercado a ver a tus padres, de
ver a tus padres a hacer de niñera en casa de tu hermana (con sus dos adorables
niños de cabellos rubios y rizados y su marido, abogado y encima honrado), de
ver a tu perfecta hermana (no la envidio, también tiene sus problemas. Se
acuesta con su jefe y cuando se entere su marido la dejara en bragas con tal
demanda que le pondrá encima. ¡Eh! yo no he abierto la boca, así que
ser prudentes y no digáis nada) a tomarte un coñac, sola, en casa. Y
comienza la cagada de ciclo de nuevo, antes de que salga el sol... de casa al
trabajo, de casa a comprar un boleto de lotería (no ganador, obviamente), de casa
a X, de casa a Y, de casa a la tangente de la hipotenusa al cuadrado de
mis ovarios henchidos de drama seguro y barato, de casa a una gran
MIERDA de vida aburrida, sin nada, sin nadie, sola, completamente sola, más
sola que la loca de los gatos... pues claro, ella al menos tiene gatos. Yo tuve
uno, pero salto por la ventana intentando quitarse la vida, eso pienso yo, y
sobrevivió, para darse a la fuga y dejarme sola (¡cabrón!, ¡cabrón!,
¡cabrón!. Ojala tus sesos se hubieran desparramado sobre el duro asfalto y yo
hubiera llorado tu muerte). En estos momentos es cuando te das cuenta de que tu
vida es tan patética que debes de recurrir a métodos jamás creídos, igual
de patéticos, he de reconocerlo.
- Oráculo
de eternidad, ¿Qué es lo que desea? - me pregunta Anaís, la pitonisa del
programa Oráculo de eternidad. El programa lleva unos meses en marcha, yo lo
veo todas las noches desde que empezó. Al principio solo me sentaba en el
sofá, agarraba unas palomitas y una botella de ginebra, y me reía de la gente
que llamaba. Tan patéticos y desgraciados, pero ahora yo llamo todas las
semanas, siendo la principal fuente de ingresos del feucho show.
- Pues que
va a ser, que me leas el jodido futuro… aunque no sirva de mucho - le espeto
enojada. Me he bebido una botella de Grand Marnier y estoy que me subo por las
paredes (o eso creo yo, más estoy que me caigo por todas partes y me
sostengo gracias a las paredes de mi comedor).
- Lisa,
¿eres tú de nuevo? - me pregunta pasando la mano por su bola de cristal. Es tan
mala actriz. Le gusta sobreactuar, hacer creer a la gente lo que no es cierto,
pero bueno, pensándolo bien, no es tan mal trabajo.
-
¡Adivínalo bruja mediocre! - grito con voz de pito.
- No me
hace falta adivinarlo, lo se con certeza. Te veo con claridad borracha sentada
en tu sofá. Y se, no por que lo vea, si no al escuchar tu simple voz, que te
has pasado el día llorando. ¿Me equivoco? - me pregunta barajando sus cartas y
poniéndolas en fila sobre la mesa.
- Has dado
en el clavo hechicera de pacotilla. Pero te equivocas en una cosa, no estoy en
el sofá, estoy caminado por las paredes - me río a carcajadas. Me
desequilibro en la pared y caigo al suelo. Me pego tal porrazo que me cargo el
teléfono fijo.
- Vaya,
parece que hemos perdido la conexión con Lisa. Sabemos que tendrá otro modo de
contactar con nosotros. Mientras, esperamos más llamadas - espera con cara de
atontada sonriente. Llamo de nuevo, pero desde el móvil - Parece que Lisa ya
esta bien y desea hablar con nosotros. Lisa, ¿me recibes? - me pregunta en plan
trance. Alelada, más que alelada.
- Pues
claro que sí jorguina. No te vas a librar tan fácilmente de mí. Venga, a
trabajar - le reprocho.
- Lisa, tú
no quieres que te lea el futuro, tú quieres que te arregle la vida, y eso no
esta en mi poder. Yo solo puedo contactar con el más allá y habar con los
muertos. Los asuntos terrenales no son mi especialidad. Cambiar tu vida es algo
que solo puedes hacer tú. Yo te puedo aconsejar, pero la mejor forma sería que
fueras a un terapeuta.
- La que
necesita ayuda eres tú, absurda clarividente. ¿Te gusta estafar a la gente?,
¿darles esperanzas para que vivan falsas mentiras y se despierten con cincuenta
años, obsesas, con tres hijos, con un marido que no soportan, y se den cuentan
de que están vacías?.
- No voy a
discutir contigo, yo te ofrezco mi sabiduría del mundo abstracto, si no quieres
saber lo que te depara el futuro no llames más, hay gente que necesita conocer
la verdad.
- ¡Anda
ya!. Si no fuera por mí, vivirías en la ruina. Apuesto a que debes estar
pluriempleada, porque con la mierda de sueldo que te dan el programa no te
llega ni para tampones - me río. Es curioso escuchar mi voz en la televisión
mientras hablo por el teléfono. Me entra otra carcajada sonora.
Me cuelgan.
Llamo de nuevo y me sale un mensaje de “Nuestras
líneas están saturadas, inténtelo de nuevo más tarde”. Ya
no me quieren dar línea. Si fuera un programa de corazón sería la número 1.
- ¡Ohhh!,
es una lástima, pero hemos vuelto a perder la conexión con nuestra querida
Lisa. Esperemos que este bien y su situación mejore. Lisa, cuídate. Nos
despedimos de todos vosotros y os deseamos suerte y prosperidad. Mañana
seguiremos atendiendo vuestras llamadas.
¡Ahhh!.
Será zorra la médium esta. Estampo la botella contra la tele, y ni la
una ni la otra se rompen. Se acaba el programa y comienza la programación
porno. Me aburre el porno, incluso después de llevar ocho meses sin follar. Me
aburre, pero no tengo nada mejor que hacer esta noche. Llamo y pido una pizza
mediana vegetal, extra de piña. Me siento en el suelo, con la cara a escasos
centímetros del televisor. Siento que estoy dentro de esa vagina pixelada.
Incluso la podría oler. Veo un par de escenas de corridas y de penetración
anal. Me comienza a entrar sueño y a doler la cabeza. Me quedo frita.
Suena el timbre y me despierto de golpe. Me había quedado dormida sobre la
televisión. Ahora el espectáculo era de sado. Dos señoritas atadas de pies y
manos, azotadas por todos los lados por una femme fatale. Las pobres no tenían
salvación. Seco las babillas de la tele y me dirijo a la puerta.
- Buenas
noches, aquí tiene su pedido - me dice una voz conocida. La chica, cabizbaja,
lleva una gorra morada y el típico uniforme. ¿De que me sonará?
- Son 8.6 señora - me quedo un poco parada y intento reaccionar. Tengo la
tele a toda ostia y se llena la escalera de gemidos.
- Espera un
momento, voy a por la pasta - le digo. Me acerco al bolso y cojo un billete de
10 euros - Aquí tienes - le doy el dinero, me devuelve el cambio y me pasa la
pizza.
- Que pase
buena noche señora - me dice. Levanta la cabeza y la veo. ¡Ostia puta!, si es
Anaís, la pitonisa de la caja tonta.
Me quedo
parada en la puerta y la veo marcharse. Se gira un par de veces, desconfiada,
yo sonrío, sonrío como nunca. Estoy disfrutando de verdad. Entro en casa y
comienzo a comerme la pizza, se ha quedado fría y esta algo asquerosa, pero
ahora me sabe a gloria. Patética Anaís. Umm, quizás me vuelva a comprar un
gato, algo como lo que acaba de pasar debe de ser comentado, ¿verdad?.
Hola!
ResponderEliminarMenuda historia, me ha encantado como la has narrado. El principio es genial sobretodo porque opino lo mismo, en que llega un punto de nuestras vidas que se vuelve todo rutina y aburrimiento, somos seres de costumbres y eso es terrible para la gente que ansía variedad.
Por cierto, he leído tu correo y ya de paso te contesto por aquí, así que ya me dirás exactamente cuando nos vemos y qué hacemos.
Un besete!
Este relato ha sido interesante, me hace gracia como en el primer parrafo la chica se pone ha hablar al lector para que no se chive de lo que acaba de decir jejeje, aunque la narracion de su dia a dia es tan negativo, es un poco deprimente.
ResponderEliminarY como se pasa la tia con la pobre bruja, que solo hace su trabajo, cuando lo lei me estaba poniendo de los nervios! jeje
No me esperaba el final, ella tenia razon y la bruja se pluriempleaba jejeje pero como repartidora?? jejeje me ha gustado eso ;)