La verdadera historia de como pude sobrevivir a un rayo
Reunión
primera de Adam:
No se que
hago metido en esta habitación con semejante panda de locos. Esto es absurdo.
Yo no tengo ningún problema. Estoy bien. Solo tengo un poco de ansiedad, nada
más. No soy como ese, ni como esa y menos como esa tipa de ahí. Pufff... es
ridículo. ¿Por que le hice caso a Débora?. Ella tendría que estar aquí, no
yo.
- Hola, soy
Roberto y padezco dextrofobia. Me aterran los objetos situados a la parte
derecha de mi cuerpo - dice un hombre de unos cincuenta años de edad. Le falta el
brazo derecho. A su derecha no hay nada.
- Yo soy
Nicola y tengo xanthofobia. Tengo fobia al color amarillo - dice una mujer que
lleva gafas de sol muy oscuras, tan opacas que no se como puede ver
en la sala. Viste completamente de negro.
- Buenas
tardes, yo soy Rosa y padezco anatidaefobia. Tengo pánico a que un pato me este
observando en cualquier momento - dice una chica pelirroja de
piel pálida y veinte pocos años - Ya no puedo ir a los parques, cada
vez que veo un estanque salgo corriendo - se cubre la cara con las manos y
oculta sus lágrimas.
- Yo soy
Valerie y tengo lupolipafobia. Este es el miedo a ser perseguida por un
hombre-lobo alrededor de una mesa de cocina mientras ando en calcetines y el
suelo está recién encerado. Me he deshecho de todas las mesas de mi casa por si
a caso y me han despedido de mi trabajo en Ikea por mi absurdo
comportamiento, según me dijo mi gerente.
Y así
prosiguen las presentaciones de diez personas más, cada caso más raro que el
anterior. La habitación esta perfectamente equipada para que cada persona pueda
expresarse sin problemas. Sus miedos se encuentran lejos de ellas/os. No hay
patos, ni objetos amarillos, las sillas de plástico tienen escritas el nombre
de cada una/o para que se respecte el orden de asiento según las/os
psicólogas/os, no hay objetos tecnológicos, ni mesas, ni pizarras, ni
alfombras, ni persianas. Solo hay doce sillas y cuatro paredes blancas. No esta
permitido vestir con estampados, llevar fotografías, no se puede llevar
cordones en los zapatos ni tampoco usar cinturones (como en la cárcel), tampoco
se puede comer en la sala productos de color verde, ni frutos secos
(prohibidísimos los cacahuetes) y menos, beber agua embotellada. La lista es
larga y las prohibiciones extrañas para cualquiera.
- Adam -
dice el psicólogo levantado la cabeza - ¿Quieres contarnos tu historia? - coge
su libreta y se prepara para anotar todo lo que diga. Parece un hombre afable,
pero aún así no me fío.
- Bueno...
supongo que sí. Aunque realmente no quiero hablar de esto.
- ¿Por qué
estas aquí Adam?, ¿que es lo que buscas en este grupo?.
Me quedo
mirando a la gente y siento que incluso me entran ganas de llorar. Tengo un
sentimiento de perplejidad que no me deja respirar. No encuentro las respuestas
a lo que me ocurre y esto me asusta, pues siempre he tenido respuestas para
todo. Creo que voy a sufrir otro ataque de histeria. Respiro. Respiro.
Respiro. Siento que me ahogo.
- Por Débora,
mi hermana pequeña. Ella fue la que me dijo que viniera. Que buscará ayuda -
digo sofocado. Comienzo a sudar.
- ¿Y tú
crees que necesitas ayuda?, ¿crees que te podemos ayudar entre todos
nosotros?.
- Sí...
supongo que sí - miento. Esto no tiene solución. Mi problema no se puede
controlar.
- Cuéntanos,
¿que es lo que te ocurre?. Por lo que he leído en tu informe realizado por la
Doctora Verdugo padeces brontofobia. ¿Sabes cual es el origen a tu temor
extremo a los rayos?.
- No -
digo. Me quedo mudo. Transcurren unos minutos hasta que vuelvo a hablar - Llevo
más de dos años con ansiedad y ataques de pánico por los rayos. Creo que si
salgo a la calle cuando llueve o hay tormenta, un rayo caerá sobre
mí. He leído mil estudios sobre ello y he acudido a centenares de expertos
meteorólogos, y se que las probabilidades de que me ocurra esto son
mínimas, de 1 entre 3.000.000, pero es que yo siento que va a pasarme a mí. Es
como un pálpito que no me deja vivir. Se que tarde o temprano me ocurrirá.
Antes de que vaya a llover yo ya presiento una tormenta, incluso aunque el día
sea brillante y luzca un bonito sol... No veo nunca las predicciones del tiempo
pues me aterran. Cuando llueve no salgo de casa. Me encierro en
el sótano a oscuras y rezo, y no soy creyente. Falto al trabajo cada
vez más, mi vida social se está viendo afectada, tengo trastorno del
sueño... a veces siento que nadie me entiende, ni mi hermana. Me proponen un
viaje y lo tengo que rechazar. En el último viaje al que fui, sufrí cinco
ataques de ansiedad y el viaje solo duraba un día - digo de carrerilla. Veo las
miradas inquietas de mis compañeros y compañeras. Se que estoy empapado de
sudor. No tendría que haber venido. Esto no va a funcionar - Yo no soy tan raro
como ellos - digo señalando a la gente de la sala - Lo mío debe de tener una
explicación lógica, lo suyo... pues locura, no queda otra.
- Adam,
aquí estamos para ayudarnos. Nadie juzga a nadie - me dice el psicólogo - Cada
fobia que padecéis cada uno de vosotros no es mejor ni peor, ni más rara ni
menos aceptada, ni más racional o irracional. Es lo que es, y aquí
estamos ayudándoos a que la superéis y si no es el caso, a
que podáis convivir con ella con normalidad. Lo que queremos es que
lo que os ocurre no afecte a vuestra salud, ni a vuestro trabajo, ni a vuestra
vida social. Lo más importante es que todos estáis aquí, hablando de vuestros
problemas, aceptando que algo no va bien en vuestras vidas. Ahora necesitamos
saber cual es el origen de estos miedos, arreglar la situación y subsanar los
problemas que os acarrean - dice seriamente - Pero ya habéis dado
todos un gran paso, aceptación. ¿Tú que piensas Adam?.
La primera
toma de conciencia no ha ido tan mal. Todos y todas han hablado de sus
problemas y al final no me he sentido tan raro. Es que en esa sala había una de
locos que el más normal al final era yo. Pero bueno, como ha dicho el
psicólogo, lo importante es aceptarlo (y ellos lo hacen, yo de momento voy
asimilándolo), el segundo paso es el control.
Reunión
sexta de Adam:
- Rosa ha
muerto - dice Roberto a gritos, entrando corriendo en la sala (la cual cosa
también esta prohibida) y con un periódico en su mano izquierda.
Se queda de pie, agitado y comienza a leer – “Como si de una broma de mal gusto
fuera o de una película surrealista la escena hubiera sido sacada, así ha
sucedido la muerte de esta joven valenciana de veintitrés años de
edad. Rosa S. J. ha sido asesinada por cincuenta patos
silvestres. El cadáver de la joven se encontró en el domicilio
familiar, en concreto en su habitación. Fue su mujer la que llamó a
la policía alarmada al no saber de ella varios días. Esther M. M,, su
mujer, declaró a la prensa “Rosa ha sufrido una muerte atroz y quien este
detrás de esto la conocía, pues ella padecía anatidaefobia, un miedo
brutal a los patos”. Aunque la joven recibió el total de veinte picotazos
por parte de los patos, esa no fue la causa de la muerte. Murió de un paro cardíaco causado
por el susto que se llevo” - termina de leer Roberto.
Un silencio
sepulcral baña la estancia. Nadie puede articular palabra. La sesión de ese día
se anula. Quedan todos en ir al entierro de Rosa, el cual se celebra al cabo de
unos días. Cuando ven a su mujer todos le dan el pésame, ella llora
desconsolada.
Reunión
decimotercera de Adam:
Tras la
muerte de Rosa todos y todas se encuentran agitados. Algunos dejan de asistir a
las reuniones pero Esteban, nuestro psicólogo, insiste que es lo menos
adecuado para nosotros. Yo no dejo de asistir, tengo más miedo solo que con
ellos. No creo que lo que le ha ocurrido a Rosa nos pueda pasar a los
demás.
Reunión
vigésima de Adam:
Ha muerto
Nicola. Alguien entro en su casa y la pinto entera de amarillo
(paredes, techo, suelo...). Todo en su casa estaba embadurnado de ese color (la
cama, todos los electrodomésticos, la ducha, incluso el contenido de su
nevera fue remplazado por alimentos de color amarillos: piña, maíz, limones, etc.).
La policía ha
venido hoy a interrogarnos. Ha sido extraño. Nos han hecho preguntas sobre Rosa
y Nicola. Sobretodo respecto a sus fobias. Querían saber que sabíamos de ellas,
que pensábamos, si solíamos vernos después de las reuniones...Yo he
sido sincero y les he dicho que Nicola y yo salimos varios días a tomar un par
de cervezas (negras) al salir de las reuniones. Lo pasábamos bien
charlando. Era una mujer muy interesante. Siempre tan discreta con sus gafas
opacas.
Reunión
vigésima tercera de Adam:
Están
cayendo como moscas en la mierda. Primero fue Rosa, después Nicola, luego
Joaquim (que padecía araquibutirofobia, miedo a la cáscara de los cacahuetes y
a que la mantequilla de cacahuete se pegue en el paladar) y ahora Yolanda (la
cual tenía vicafobia, es decir, miedo a las brujas y a la brujería). Ya solo
quedamos ocho y parece que Esteban ya no sabe como lidiar con esta situación.
Ya no me
siento tan seguro rodeado de esta gente. Es como si nos hubieran gafado, y cada
vez creo más en las supersticiones. Débora insiste en que siga yendo a las
reuniones, pues mis ataques de ansiedad sorprendente se han reducido.
E insiste en que es imposible que yo muera de mi fobia, ya que el asesino que
anda suelto no puedo lanzarme un rayo. Yo no lo veo tan claro y cada vez veo
más posible que sea Zeus quien desee mi muerte.
Hoy veo en
la televisión el rostro de la asesina. Es Jenny, la chica que padecía
necrofobia, es decir, miedo a las cosas muertas. La policía la
ha arrestado esta noche, estaba en su casa esperándolos. Se ve que
llamo a Esteban para contarle que había conseguido superar su fobia y le narró,
con sumo detalle, la muerte de cada uno de sus compañeros. Esteban llamo a
la policía esa mima noche y le dijo a Jenny que debía de esperarles.
Ahora Jenny se encuentra en un sanatorio mental a la espera de que se celebré
el juicio que condene sus actos, pero dicho juicio tardará en celebrarse, dado
que las causas de las muertes son extremadamente atípicas. Jenny insiste
en que ya esta curada, pues después de haber visto seis cadáveres, no tiene
miedo a nada.
Cada vez
estoy peor. La histeria me vuelve loco. Llevo días sin dormir. Esteban ha
cogido una baja por depresión. Su psicóloga (sí, el psicólogo tiene
una psicóloga) le ha dicho que se encontraba en un entorno hostil y
dañino para él. Normal... ver que tus métodos de trabajo inducen a matar a una
de tus pacientes a seis personas debe de ser un trago difícil de digerir. Puede
que deje de ejercer su profesión. Yo me siento solo y confuso, necesito hablar
con alguien. Aunque ya han encerrado a Jenny y estoy a salvo de que me lance un
rayo, no me siento seguro.
Llueve. Una
fuerte tormenta azota mi vecindario. Ya no se que hacer para controlar mi
pánico. En un acto de desesperación meto un par de sartenes de acero inoxidable
en los bolsillos de mi parca, cojo un par de tenazas y las coloco enganchadas a
la capucha. Me pongo un colador metálico en la cabeza, a modo de gorro y, agarro
el único paraguas que tengo (el cual no ha sido usado nunca). Esteban dijo
que debemos de enfrentarnos a nuestros miedos y es lo que yo pienso hacer (sin
matar a nadie o eso espero). Bajo temblando por las escaleras. La luz del
edificio se ha ido, así que el ascensor no funciona. La calle esta vacía,
llueve de forma extrema. Me siento en un banco cercano a mi piso, bajo un árbol
enorme. Gritó al cielo como un energúmeno, pero no pasa nada. Caen rayos
por doquier. Tiemblo. Siento que muero, pero a su vez una extraña adrenalina me
llena de valor. Paso la noche entera en ese banco. Me despierto empapado, con
un catarro enorme, pero vivo tras la tormenta más violenta que he visto en mi
vida. Perplejo, lloro en el banco como un niño.
- Señor,
¿se encuentra bien? – me dice una señora mayor que pasea lentamente con su
tacataca. Me mira extrañada al verme con un colador en la cabeza y varias
sartenes asomando en mi chaqueta.
- Sí, nunca
había estado mejor – digo dando un salto – ¡Estoy vivo!.
Muy buena la historia, pobre hombre que mal lo pasaba con los rayos, aunque los demas estaban peor, siempre es interesante aprender la clase de fobias raras que tiene la gente, y una pregunta, todas la fobias que has nombrado existen de verdad?? porque la del hombre lobo...no se, no suena muy ralista.
ResponderEliminarA ver si al final el hombre se va a morir de neumonia en vez de golpeado por un rayo jejeje
Y una ultima cosa, menuda forma de matar a Rosa, has matado a tu esposa con una bandada de patos Esther M.M. jejejeje
Buen trabajo, el titulo que pusiste era bastante rarito juju
Hasta que no he leído el comentario de tu amiga Sara no me he dado cuenta que has introducido a tu esposa Rosa y a ti misma en este relato. Pobre tu amiga cuando se de cuenta que para una vez que creas un personaje con su nombre, sale asesinada a picotazos de unos patos jeje.
ResponderEliminarYo también te hago la misma pregunta que Sara, ¿la fobia del hombre lobo es verdad? Las otras parecen tener un poco de realismo pero estoy convencida que esa es un invento tuyo ¿a que sí?
Me ha gustado mucho el relato, sobretodo porque le has metido un poco de intriga con lo de los asesinatos tan extraños. Un besete!
Encontre la fobia esa en cuanta razón, con el nombre clínico y todo. No se cuantas cosas son ciertas en esa página, pero me encantó ^^
ResponderEliminarMe alegra que os haya gustado :)
Sin duda, una gran historia. Es, en algún sentido, graciosa :D, no se como explicarlo, pero me parecía gracioso.
ResponderEliminarHay fobias bastante raras, espero no tener ninguna :D.
Sigue escribiendo ^^