Dulce elixir de la muerte
Frederiq lleva desde los quince años trabajando como jardinero, en la residencia de los Cotillard. A Frederiq le apasiona su trabajo y le apasiona la señora de la casa, Marion.
Marion es una joven, viuda, llena de riquezas, tras la muerte sospechosa, de su anciano marido. Todo enfoco a que ella era la principal sospechosa de la dulce muerte de su marido, al cual le fallo el corazón, en pleno coito conyugal, pues ella es la principal beneficiaria de su muerte. Gracias a su alta posición en la sociedad, la sutileza del asunto y en que la autopsia solo encontraron restos de un elixir, cargado de morfina y vodka, para aliviar los gravísimos dolores del señor, causados por los achaques de la edad, Marion quedo libre de toda acusación, pues la encargada de administrar dicho elixir, era la enfermera particular de la casa, aunque ella actuara bajo las ordenes de Marion.
Marion tiene treinta y cinco años, es muy alta, con un cuerpo lleno de salvajes curvas, con unos huesos profundos y marcados, tanto, que resulta algo calavérica. Tiene un cabello mediano, con abundantes rizos morenos, unos ojos vidriosos de un tono azulado, semejante al mar salado y unos labios voluminosos, siempre pintados de marrón teja.
Su actitud es severa y autoritaria, pero eso siempre le ha encantado a Frederiq. Aunque se comporte como una vil bruja, Frederiq se vuelve loco por ella. Le excita su carácter ruin, su conducta despreciable y sus andares superiores. Todos los demás empleados la odian, y Frederiq entre ellos, incluso él que más, pero a su vez, la adora tremendamente.
Frederiq, al igual que los demás empleados de la grandiosa casa, vive en dicha mansión. Hay dos amplías habitaciones, situadas junto al sótano, para todos los empleados, una para mujeres y otra para hombres. El servicio de la casa está constituido por dieciséis empleados, siete masculinos y nueve femeninos. La habitación de las mujeres la ocupan tres cocineras, cuatro limpiadoras, una secretaria, una enfermera y el ama de llaves, y la habitación de los hombres la ocupan un chef, dos técnicos, un informático, dos mecánicos y Frederiq, el jardinero.
Todos, en esa oscura mansión, conocen los secretos y la perdición de vida que lleva Marion, mucho antes de que su marido muriera. Las abundantes cantidades de diferentes drogas que ingiere, las bestiales orgías, el flujo de dinero, los deliciosos manjares, sus numerosos amantes, en definitiva, los trastornos físicos y mentales que comenzaba a padecer por los excesos de su rebosante vida. El vicio está en estado continuo de ebullición día tras día.
Marion padece insomnio y debe tomar unos potentes tranquilizantes para conciliar el sueño, además es sonámbula y se pasea muchas noches, bajo la luminosa luna, por cada rincón de la casa. Se rumorea que eso le sucede por que no tiene la conciencia tranquila y se siente culpable por la muerte de su anciano marido.
Así es como Frederiq perdió, totalmente, la cabeza por ella. Una noche, en la que él tampoco podía dormir, atormentándose con la posibilidad de que Marion fuera culpable de la muerte del señor de la vivienda, la vio aparecer, completamente desnuda, paseándose por el exterior de la casa, como una impetuosa diosa, nacida de la misma naturaleza de ese fresco jardín, trabajado con sus grandes manos. Frederiq deseo tocarla en ese mismo momento, besar sus labios, recorrer sus curvas con su lengua, tomarla en ese maravilloso Edén, que es su reino.
Y así fue, Frederiq aprovecho ese momento para poseer su cuerpo, y sucedió como él siempre lo había imaginado. Luego la llevo en brazos hasta su cuarto y la dejo soñando, con un amplía sonrisa, en su cama de sábanas de seda.
Al día siguiente, a Frederiq la aturdía su propia conciencia, pensando en que Marion recordaría algo, de lo sucedido en la anterior noche, e iría contra él. ¡Solo pensar que no podría volver a deleitarse con ese fantástico cuerpo!. Marion no mostró un trato diferente con Frederiq, seguía con la misma actitud abyecta de siempre.
Así es como Frederiq comenzó a seguirla todas las noches, la esperaba en el jardín, y le hacía el amor junto a la fuente, encima de los setos, perdidos en el laberinto de la casa, sobre las hierbas cubiertas de rocío, y todo ello, maravillándose con el dulce aroma de los rosales blancos y rojos que abundaban por doquier. Marion parecía tan despierta cuando se acostaban, y Frederiq disfrutaba tanto con sus escapadas nocturnas, que no se le ocurría faltar ni una sola noche a esos apetitosos encuentros.
Pasados los meses, corrían rumores en la casa, entre los trabajadores, de que Marion tenía un amante exorbitante, y ese no era Frederiq. El chef había tenido la suerte de que Marion, consciente se sus actos, hubiera decidido mantenerlo como a su fabuloso amante. Frederiq no se lo podía creer hasta que lo viera con sus propios ojos. Y así fue como sucedió, los vio desde el jardín, mientras pulverizaba con fertilizantes a los cactus, sobre los fogones de la cocina. El robusto chef la embestía con bravura y está le clavaba las manos, sobre su espalda peluda.
Frederiq, muerto de celos, y con los ojos inyectados en sangre viva, medito un plan contra la joven sirena. No podía comprender que no lo hubiera elegido a él, como amante, después de tantísimas noches de sexo, bajo la brillante mirada de las estrellas. Decidió atacarla como él sabía, con sus queridas plantas. Frederiq plantó una variante exótica de mandrágora alternada con cicuta en el centro del jardín, extremadamente venenosa la mezcla de ambas plantas.
Marion seguía paseando sonámbula todas las noches por el jardín, siempre siguiendo la misma ruta, y acabando en el centro del enorme laberinto de setos y flores. Allí le esperaba Frederiq cada día, y está vez Frederiq quería poseer su cuerpo por última vez, antes de verla morir con su astuta creación.
Le hizo el amor salvajemente, tanto, que se escuchaban los estridentes gemidos de Marion por toda la casa, y cuando se aproximaba el vertiginoso clímax, Frederiq la lanzo contra su hermosa planta, quedándose está enredada en ella y clavándose todos sus diminutos pinchos ponzoñosos.
El veneno entro rápido en su piel, dejándola paralizada, sus músculos se adormecieron y el pulso se le debilito, hasta que su respiración se apago, como la llama de una vela. Y allí quedo, desnuda, atrapada por esa planta mortífera, muriendo poco a poco.
Descubrieron su cadáver al día siguiente, con los primeros rallos de sol. Todos buscaron a Frederiq, pero este se había marchado de la sombría mansión.
Marion es una joven, viuda, llena de riquezas, tras la muerte sospechosa, de su anciano marido. Todo enfoco a que ella era la principal sospechosa de la dulce muerte de su marido, al cual le fallo el corazón, en pleno coito conyugal, pues ella es la principal beneficiaria de su muerte. Gracias a su alta posición en la sociedad, la sutileza del asunto y en que la autopsia solo encontraron restos de un elixir, cargado de morfina y vodka, para aliviar los gravísimos dolores del señor, causados por los achaques de la edad, Marion quedo libre de toda acusación, pues la encargada de administrar dicho elixir, era la enfermera particular de la casa, aunque ella actuara bajo las ordenes de Marion.
Marion tiene treinta y cinco años, es muy alta, con un cuerpo lleno de salvajes curvas, con unos huesos profundos y marcados, tanto, que resulta algo calavérica. Tiene un cabello mediano, con abundantes rizos morenos, unos ojos vidriosos de un tono azulado, semejante al mar salado y unos labios voluminosos, siempre pintados de marrón teja.
Su actitud es severa y autoritaria, pero eso siempre le ha encantado a Frederiq. Aunque se comporte como una vil bruja, Frederiq se vuelve loco por ella. Le excita su carácter ruin, su conducta despreciable y sus andares superiores. Todos los demás empleados la odian, y Frederiq entre ellos, incluso él que más, pero a su vez, la adora tremendamente.
Frederiq, al igual que los demás empleados de la grandiosa casa, vive en dicha mansión. Hay dos amplías habitaciones, situadas junto al sótano, para todos los empleados, una para mujeres y otra para hombres. El servicio de la casa está constituido por dieciséis empleados, siete masculinos y nueve femeninos. La habitación de las mujeres la ocupan tres cocineras, cuatro limpiadoras, una secretaria, una enfermera y el ama de llaves, y la habitación de los hombres la ocupan un chef, dos técnicos, un informático, dos mecánicos y Frederiq, el jardinero.
Todos, en esa oscura mansión, conocen los secretos y la perdición de vida que lleva Marion, mucho antes de que su marido muriera. Las abundantes cantidades de diferentes drogas que ingiere, las bestiales orgías, el flujo de dinero, los deliciosos manjares, sus numerosos amantes, en definitiva, los trastornos físicos y mentales que comenzaba a padecer por los excesos de su rebosante vida. El vicio está en estado continuo de ebullición día tras día.
Marion padece insomnio y debe tomar unos potentes tranquilizantes para conciliar el sueño, además es sonámbula y se pasea muchas noches, bajo la luminosa luna, por cada rincón de la casa. Se rumorea que eso le sucede por que no tiene la conciencia tranquila y se siente culpable por la muerte de su anciano marido.
Así es como Frederiq perdió, totalmente, la cabeza por ella. Una noche, en la que él tampoco podía dormir, atormentándose con la posibilidad de que Marion fuera culpable de la muerte del señor de la vivienda, la vio aparecer, completamente desnuda, paseándose por el exterior de la casa, como una impetuosa diosa, nacida de la misma naturaleza de ese fresco jardín, trabajado con sus grandes manos. Frederiq deseo tocarla en ese mismo momento, besar sus labios, recorrer sus curvas con su lengua, tomarla en ese maravilloso Edén, que es su reino.
Y así fue, Frederiq aprovecho ese momento para poseer su cuerpo, y sucedió como él siempre lo había imaginado. Luego la llevo en brazos hasta su cuarto y la dejo soñando, con un amplía sonrisa, en su cama de sábanas de seda.
Al día siguiente, a Frederiq la aturdía su propia conciencia, pensando en que Marion recordaría algo, de lo sucedido en la anterior noche, e iría contra él. ¡Solo pensar que no podría volver a deleitarse con ese fantástico cuerpo!. Marion no mostró un trato diferente con Frederiq, seguía con la misma actitud abyecta de siempre.
Así es como Frederiq comenzó a seguirla todas las noches, la esperaba en el jardín, y le hacía el amor junto a la fuente, encima de los setos, perdidos en el laberinto de la casa, sobre las hierbas cubiertas de rocío, y todo ello, maravillándose con el dulce aroma de los rosales blancos y rojos que abundaban por doquier. Marion parecía tan despierta cuando se acostaban, y Frederiq disfrutaba tanto con sus escapadas nocturnas, que no se le ocurría faltar ni una sola noche a esos apetitosos encuentros.
Pasados los meses, corrían rumores en la casa, entre los trabajadores, de que Marion tenía un amante exorbitante, y ese no era Frederiq. El chef había tenido la suerte de que Marion, consciente se sus actos, hubiera decidido mantenerlo como a su fabuloso amante. Frederiq no se lo podía creer hasta que lo viera con sus propios ojos. Y así fue como sucedió, los vio desde el jardín, mientras pulverizaba con fertilizantes a los cactus, sobre los fogones de la cocina. El robusto chef la embestía con bravura y está le clavaba las manos, sobre su espalda peluda.
Frederiq, muerto de celos, y con los ojos inyectados en sangre viva, medito un plan contra la joven sirena. No podía comprender que no lo hubiera elegido a él, como amante, después de tantísimas noches de sexo, bajo la brillante mirada de las estrellas. Decidió atacarla como él sabía, con sus queridas plantas. Frederiq plantó una variante exótica de mandrágora alternada con cicuta en el centro del jardín, extremadamente venenosa la mezcla de ambas plantas.
Marion seguía paseando sonámbula todas las noches por el jardín, siempre siguiendo la misma ruta, y acabando en el centro del enorme laberinto de setos y flores. Allí le esperaba Frederiq cada día, y está vez Frederiq quería poseer su cuerpo por última vez, antes de verla morir con su astuta creación.
Le hizo el amor salvajemente, tanto, que se escuchaban los estridentes gemidos de Marion por toda la casa, y cuando se aproximaba el vertiginoso clímax, Frederiq la lanzo contra su hermosa planta, quedándose está enredada en ella y clavándose todos sus diminutos pinchos ponzoñosos.
El veneno entro rápido en su piel, dejándola paralizada, sus músculos se adormecieron y el pulso se le debilito, hasta que su respiración se apago, como la llama de una vela. Y allí quedo, desnuda, atrapada por esa planta mortífera, muriendo poco a poco.
Descubrieron su cadáver al día siguiente, con los primeros rallos de sol. Todos buscaron a Frederiq, pero este se había marchado de la sombría mansión.
mmmm....muy erotica jejeje es otro de los rasgos caracteristicos de tus relatos
ResponderEliminaruna forma original de matar a una persona, pero el tio se pasa un poco ¬¬ despues de todo la tia no acia de todo en su casa?? q mas da q se tire al chef o a otro??
el estilo de vida q le a s dado a la tipa ricaxona es igual q el de la peli de dorian gray jejeje ya lo veras
bueno pos exo es todo por ahora
asta la proxima
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado la historia que has creado, has conseguido plasmar perfectamente el significado del título con la historia, te felicito de nuevo, aunque tengo una pequeñísima duda ¿Marion no era consciente cuando practicaba sexo con su jardinero verdad?
Bueno, acabo de regresar de vacaciones, así que dentro de poco también tendrás novedades en mi blog.
Un beso!
Me gusta la historia...lo que más me ha llamdo la atención es el hecho de que ella se sintiera culpable por la muerte de su marido y no pudiera conciliar el sueño..
ResponderEliminarEn fin...otro relato de los tuyos, en tu salsa...ya tu sabes! ^^